TUtna de cada cuatro separaciones ya no se lleva a cabo en España. Antes de que alguien piense que las parejas se hayan vuelto más pacientes, resignadas o sufridas, aclaremos que los entendidos lo achacan a la crisis económica. Se tiene más conformación cuando se carece de dinero, y la soberbia es muy cara. No se trata de que te devuelvan el rosario de tu madre, y se queden con todo lo demás, sino que no hay posibles para marcharse a otro apartamento, y, mucho menos empezar a poner un televisor con TDT, ese asunto que al Gobierno le parece muy urgente.

Hace dos años el personal sentía una comezón, un prurito, un deseo irrefrenable de separarse, y lo hacía por un quítame ese fin de semana, pero hay deseos desbocados que los puede frenar la falta de dinero, y en esas estamos, compartiendo piso, incluso cama, aunque ya no se comparta el amor.

Lo que ha unido Dios y el juzgado no es que lo separen los hombres: es que mantiene la unión la crisis económica, de la misma manera que ha promovido ardores patrióticos. No hace mucho el ministerio de Defensa organizaba promociones, puerta a puerta, y enviaba unidades móviles con hábiles agentes que explicaban a quienes se dejaban de las ventajas de trabajar en el Ejército. Ahora ya no son necesarias esas campañas. De repente, o más bien sin prisas, pero sin pausas, desde el año pasado, hay una enorme cantidad de chicas y chicos que han sentido la irremediable llamada de la defensa de la patria. A medida que es más difícil encontrar trabajo en labores civiles sube la temperatura de las vocaciones militares, con la misma intensidad con que se eleva la tolerancia y el estoicismo de las parejas. El colmo debe ser no separarse la pareja y cambiar el empleo civil por un empleo militar.