La llegada de los vencejos marca, como cada año, el fin de la temporada alta de la demanda sanitaria e insinúa el último repunte de la morbilidad derivada de las alergias a los pólenes primaverales. De un tiempo a esta parte, son varias las razones que justifican el estatus de demanda de asistencia casi permanente, en la que, como si de una enfermedad se tratara, ya no se concibe el origen en una sola causa. En este artículo voy a tratar de analizar las que a mi modo de ver, más condicionan esta situación.

Como primera causa, tenemos el alargamiento de la vida en quince años más en los últimos treinta, gracias al desarrollo económico y a los avances de la medicina. Esos años son, en su mayor parte, de disfrute, pero de un estricto control médico. De ello, nos debemos sentir todos orgullosos, porque, en cualquier caso, es nuestro destino, si las cosas van por buen camino.

En segundo lugar, muchas personas se van de vacaciones, y previo a su salida, necesitan hacer el acopio de medicación para sus tratamientos, o de prevención, si van a países fuera de Occidente. En nuestra región, el desplazamiento a los pueblos aumenta la presión asistencial de procesos agudos; otras veces, el desplazamiento viene condicionado por el llamado paciente itinerante , aquel que cuando se pone enfermo va donde sus hijos, más frecuente del mundo rural al urbano.

XEN TERCER LUGARx, la enfermedad hace dependientes a otros servicios que no tienen por qué aumentar la burocracia médica, planteándose como demandas sanitarias aquellas que son puramente sociales. Tal es el caso de los pacientes incapacitados en domicilio, que se ven sin ayuda para sus cuidadores, y estos, al final acaban claudicando y necesitando asistencia médica. A su vez, al final de la vida del enfermo, se suele caer en su alargamiento innecesario, con claras manifestaciones de ensañamiento terapéutico, en un paciente al cual se ha de dejar morir tranquilamente. El tratar estos problemas con los servicios apropiados: auxiliares de clínica, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales, descongestionaría las consultas médicas.

En cuarto lugar, existe una cultura que prende con fuerza en todas las edades: es la de que siempre hay remedio para todo, y esto, aunque no siempre sea así, genera nuevos riesgos en la vida y, secundariamente, nuevas demandas. Me recuerda al profesor Manso de Matemáticas en Salamanca, que decía que el médico, para ser buen médico, le tenía que quitar la úlcera de estómago fumando, que si no ¡vaya médico! Se producen excesos, que no hace mucho tiempo, el propio ciudadano evitaba o controlaba, que conllevan una hiperfrecuentación desmedida de los servicios sanitarios.

El hecho de que no haya médicos en paro, por primera vez en todos estos años, hace que con unas plantillas mal dimensionadas se tengan que acumular tareas asistenciales en detrimento de otras que mejorarían los servicios. Pero en España nunca ha habido tanto médico como hay ahora, y nunca se le ha obligado a hacer tantas tareas no médicas como se le obliga ahora. Asimismo, nunca ha existido tanto personal sanitario y no sanitario en torno al médico. Entonces, ¿por qué los médicos están agobiados en sus consultas?

Si esto es así, ¿qué podemos hacer si el futuro que se avecina es de mayor demanda asistencial? Como primera medida, hacer un cambio de diseño organizativo del sistema, y buscar la corresponsabilidad del paciente. El diseño actual no se adapta a las necesidades de los profesionales y de la población, y no penaliza, ni bonifica, su mal o buen uso. Grano a grano se hace granero, y si todo el mundo aportara un poquito de rigor al uso de los servicios sanitarios, las cosas serían distintas. Los médicos serían más médicos, y no precisamente en número, sino en sus funciones, sin duplicarlas. Dentro de la organización, tiene que potenciarse la unidad básica asistencial (UBA) médico-enfermera, las consultas médicas auxiliadas y la adecuación de plantillas. Tiene que hacerse una nueva distribución de médicos y enfermeras de Atención Primaria con el paso de unidades del mundo rural al urbano de manera estable, sin menoscabo de los apoyos veraniegos al mundo rural, y reducir y mejorar en dotación los puntos de urgencias repartidos por toda la geografía. La solución viene, también, de la mano de la educación en la escuela, y de los adultos en cuidados sanitarios, sin olvidar que el médico presta atención sanitaria, pero la salud, propiamente dicha, depende de cada uno.

*Presidente de la Sociedad Extremeña de Médicos Generales y de Familia.