TEtl pasado jueves visitó Cáceres Juan Fernando López Aguilar , presidente de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo desde 2009. En la misma línea que con todos los actos organizados por Progresistas de Extremadura (con Odón Elorza o Carmen Calvo ), sus palabras resonaron como el eco de un discurso ajeno a la línea oficial del PSOE y, en ese sentido, al mismo tiempo satisfactorio y desasosegante.

Satisfactorio porque algunas de esas ideas "nuevas" (en realidad ideas clásicas del socialismo que han sido abandonadas) coinciden plenamente con lo que muchos simpatizantes y militantes socialistas venimos defendiendo hace tiempo, desde la soledad y la marginación más absolutas. Desasosegante porque si socialistas con capacidad de influencia en ámbitos orgánicos e institucionales piensan así... ¿qué barrera tan fuerte impide que ese discurso sea, enteramente, el discurso público del partido?

Esta pregunta no es banal, se encuentra en el centro del cambio que debe producirse desde la vieja hacia la nueva política: la plena coherencia entre el discurso que se hace en privado y el que se hace en público; la coincidencia entre el pensamiento mayoritario de las bases de los partidos y la aplicación de políticas por parte de sus direcciones. Estos dos hechos, que hace tiempo que no ocurren, son imprescindibles para la recuperación de la confianza por parte de la ciudadanía, y aún mucho más en el caso del PSOE, un partido que, a la luz de las encuestas, se encuentra fatalmente herido.

¿Qué ocurre en el PSOE para que, teniendo integrantes como el Presidente de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo, destacados diputados en las Cortes, la Secretaria General de la Internacional de Juventudes Socialistas, o ex ministras y ex ministros, por citar solo algunos casos, que defienden y encarnan muchas de las ideas que la sociedad está demandando, sin embargo, estas ideas, no acaben formando parte del programa y relato del partido? ¿Es que se defienden solo de cara a la galería pero luego no en los órganos internos? ¿O es que las decisiones esenciales de línea ideológica y política no se marcan en esos órganos, sino en otros foros informales donde pesa el criterio de solo tres o cuatro personas? ¿O acaso, lo que sería más grave, el PSOE está preso de intereses ajenos que le impiden llevar a término aquellas ideas en las que cree o debería creer?

No parece existir conciencia de que responder a estas preguntas, nítida y honestamente, forma parte central de la responsabilidad de la dirección del partido, y es condición sin la cual será imposible recuperar la confianza. Y resulta del todo incomprensible que esto suceda cuando el PSOE se encuentra estancado hace meses en una intención de voto de en torno al 23%, que lo convierte en un partido prescindible para gobernar.

XES REALMENTEx muy difícil de entender que todo se confíe a una conferencia política que no está conectando con la militancia y que es casi completamente desconocida por la ciudadanía; a unas supuestas primarias abiertas para elegir al candidato a la presidencia del Gobierno que son necesarias, pero que no garantizan ni el mejor candidato ni mucho menos las herramientas para el cambio; o a un desesperado congreso extraordinario con reglas muy parecidas al que se celebró hace poco más de un año.

Se trata de una deriva suicida que sin duda tiene responsables en muchos ámbitos, pero que más allá de eso se está convirtiendo en una extraña cárcel psicológica colectiva, al estilo de la película El ángel exterminador, de Luis Buñuel, donde un grupo de burgueses invitados a una fiesta son incapaces de salir de la casa, sin saber por qué, y acaban siendo presos de sus más bajas pasiones.

La duda, ahora, es si la dirección del PSOE no ha entendido nada de lo que está pasando en la sociedad española o, habiéndolo entendido, no puede o no quiere poner remedio. Pero los tiempos de la vieja política no son los de la nueva sociedad; las cosas van demasiado deprisa para esperar a conferencias, primarias o congresos. Cada minuto que pasa sin hacer socialismo, es un minuto perdido irremediablemente para una gran parte de la ciudadanía. Y no será fácil que eso se perdone.