Abogada

Mañana se cumplen veintitrés años del asesinato del guardia civil extremeño Avelino Palma Brioa, un aniversario que, en este caso, después del largo tiempo transcurrido, viene a significar la casi culminación del acto de justicia por excelencia, la celebración del juicio; esto es, sentar en el banquillo a sus presuntos asesinos, dos singulares personajes: el histórico dirigente de ETA Ignacio Aracama Mendía, alias Makario , y el sacerdote de la localidad donde se produjo el atentado, Ismael Arrieta Pérez. Ahora será en la sala blindada de la Audiencia Nacional donde estos dos individuos tendrán que rendir cuentas, mucho tiempo después de la atrocidad cometida. ¿Qué sentirán? Quizá la más pura indiferencia, bajo el estigma de una ideología militante. ¿Qué sentirá su viuda, Manuela Orantos, que lleva años tras la pista de los asesinos de su marido, sin hasta ahora poder decir que la justicia ha intervenido ante lo que para ella supuso resquebrajar un futuro con su marido y el padre de sus hijos?

En mis conversaciones con Orantos siempre he visto a una mujer infatigable y luchadora, que no se resistía a que los culpables no pagaran por el atentado que quebró la vida de su marido. Debe ser tan duro tener la sensación de impunidad cuando te hacen tanto daño. Los próximos días 15, 16 y 17 de octubre Manuela Orantos, por fin, podrá tener, al menos, la oportunidad de que el Estado de Derecho dictamine sobre el terrible atentado. Sin duda es la mejor noticia que haya podido recibir esta mujer en estos veintitrés años, durante los que ha tenido que pelear entre la indiferencia de una sociedad asustadiza y la tragedia personal de una vida rota por la bala de un terrorista.