Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Los tiempos entre el final del Año Viejo y el comienzo del Año Nuevo, son siempre los mismos, como similares suelen ser las promesas que nos hacemos, cumplidas o incumplidas nos ayudan a ser mejores evitando ser peores, e incluso algunas veces se hacen realidad. Este Año Nuevo nuestro y occidental, va de triunfante por gran parte del mundo, no por todo. Se generaliza en todo el lejano Oriente, hace ya décadas que lo asimiló Japón y ahora se extiende rápidamente por China y países limítrofes la televisión universaliza costumbres, máxime cuando son las élites intelectuales y económicas las primeras en abrazarlas. Esta es una buena cara de la globalización. Pero no en todos los sitios triunfa el Año Nuevo, Juliano, Gregoriano y Occidental. En el mundo islámico está vetado, particularmente en el ámbito chiíta y de los fundamentalistas suuníes. No le van a la zaga en fanatismo los ultra ortodoxos judíos, aunque su éxito es mucho menor, al actuar sobre una sociedad básicamente laica como la israelí.

El año se despide con unas elecciones como las serbias, dignas de un análisis profundo. Mucha tiene que ser la frustración del pueblo servio para comportarse como lo hace. Por un lado unas abstenciones altísimas que impiden legitimar, frutos del hastío y de la derrota; por otro un rencor profundo que se polariza en el voto a una extrema derecha, consiguiendo escaños siniestros personajes entre los que se incluyen conocidos genocidas. Tal vez, si se hubiera cultivado más la compresión entre sus pueblos, acentuando lo que une y limando lo que desune, la situación sería hoy otra muy diferente. Pero todos los pasos se dieron siempre en la dirección del alejamiento y de la confrontación. Y sin embargo Yugoslavia, la patria de los eslavos del sur, como su propio nombre indica, es un hermoso proyecto que nace con Iván Gundulié en el siglo XVII y se culmina con la conferencia de París en donde todas las fuerzas progresistas de las regiones yugoslavas deciden la creación de un nuevo estado que nace en 1918 y que entre otros avatares, sobrevivió a contingencias tan duras como la Segunda Guerra Mundial. Y murió víctima de unos políticos menores, caracterizados por su egoísmo, su miopía y su crueldad. En Brasil, Lula aprende en carne propia, la diferencia entre predicar y dar trigo. Gestionar las potencialidades económicas brasileñas, bajo la escudriñadora mirada norteamericana, no debe de ser una tarea precisamente sencilla, máxime cuando la marginación es tan amplia como dolorosa. Acabar con tan lacerante situación es el propósito de Lula y para que el éxito le acompañe va a necesitar algo más que comprensión dentro y fuera de su país. Las águilas imperiales norteamericanas tienen sus garras más afiladas que nunca y como es tradición a lo largo de la Historia, cometen numerosas tropelías, algunas de hondísimo calado, como la guerra de Irak, absurdamente acompañadas de contingentes militares españoles, por culpa de un Gobierno, que aquí ha perdido el rumbo.

En la UE, no acabamos de ponernos de acuerdo sobre nuestra futura Constitución, y no tanto por los principios, sino por los criterios para determinar el peso político de cada Estado. Caminamos hacia una confederación de Estados europeos en la que se consolidan las actuales fronteras de los Estados miembros y se define una ciudadanía básica europea. Cuando se firme y se apruebe dará mucha tranquilidad. En España, afortunadamente dentro de la normalidad, acudiremos a las urnas en marzo. Hay propuestas para la esperanza y las hay para la inquietud. El fino olfato del pueblo decidirá.