Apenas habían pasado unos minutos de las campanadas de fin de año. En la primera cadena de la televisión pública se fundían las imágenes de la Puerta del Sol con las del programa especial de Nochevieja. Ya saben, lo de siempre: algarabía fingida, bailarines, luces, presentadores brindando por todos nosotros, y todos nosotros, o casi, frente a la pantalla del televisor, en la verdadera plaza mayor del país. Y es entonces cuando algunas almas sensibles comprobamos que de novedades nada. Que el 2017 tiene toda la pinta de ser un año tan cutre como 2016.

A finales del 2016, un famoso cantante de reggaeton, Maluma, era reprobado por legiones de personas, especialmente por feministas (con campañas de change.org incluidas), por el machismo descarnado de una de las letras de sus canciones, «cuatro babys» (búsquenla en la red y verán). Pero justo en el primer minuto del primer día de 2017, la primera cadena de la televisión pública presenta, como la primera de sus estrellas, al gran artista internacional... ¡Maluma!... La cámara enfoca entonces a cuatro chicas (¿tenían que ser cuatro?) en ropa interior que moviendo ostentosamente el culo y el resto de sus atributos sexuales acompañan al tal Maluma al escenario para que entone uno de sus últimos éxitos: «borro cassette».

Si en la letra de «cuatro babys» las mujeres se reducen a un amasijo de pelo, labios y nalgas sin mucha voluntad («chingan cuando yo les digo / ninguna me pone pero»), pero eficientes («Y es que todas maman bien / Todas quieren chingarme encima de billetes de cien»), en «borro cassette», la alegre canción con que TVE inauguró el pasado domingo el año, la mujer es fundamentalmente algo a lo que emborrachar para llevarse a la cama («te dije mami, tómate un trago / Y cuando estés borracha pa´mi casa nos vamos»). Ni que decir que la coreografía de las cuatro bailarinas representaba a la perfección el modelo femenino elegido para ilustrar la apertura televisiva del año, o de lo que sea que haya que abrir ante el renovado empuje del macho macarra y castigador que representa el tal Maluma. Como vieron, todo un poderoso mito que contar en los ritos mediáticos de renovación anual de nuestros sagrados valores: las mujeres exhiben y contonean el culo, preferiblemente borrachas, y el varón es el chulo que las chinga sin oír un pero. De este hilo de Ariadna se puede desovillar el resto del laberinto de nuestra minotaurica cultura.

No se trata, por supuesto, de censurar o prohibir nada. Una canción es una canción. Ni se viola ni se maltrata a nadie cantándola. Además, y sobre todo, nada de lo que en esa canción se nos desvela se pueda resolver «matando al mensajero» que es el signo. Las canciones de Maluma (y tantos otros entramados simbólicos) nos dicen cómo es, aún, el mundo en el que vivimos: poderosa y profundamente machista. Por eso, canciones como esta tienen que ser exhibidas y descuartizadas analítica y críticamente en escuelas, hogares y platós de televisión. Es la única manera de ir superándolos. Todo esto es cierto. Pero una cosa es no censurar y otra promocionar. Una cosa es educar y otra es publicitar. Una cosa es el análisis crítico y otra la espectacular asunción de una situación dada como si tuviese que ser normal, que es lo que logra el mero subrayado mediático de conductas profundamente denigratorias para la mujer que vimos el domingo, cuando la televisión pública, en hora de máxima audiencia, y en los primeros minutos de la fiesta de año nuevo, promocionó, publicitó y asumió sin la más mínima duda que la mujer es, básicamente, un culo contoneante que pide castigo, tal como anunciaba la boca de un artista que encarna todo lo contrario a los valores que, teóricamente, rigen nuestra vida social y la educación de los ciudadanos.

Pero lo tremendo es que, salvo unas cuantas almas sensibles, nadie parezca haber reparado en algo que, desde una sensibilidad diferente al «berlusconismo» de la pandilla que parece dirigir TVE, hubiera hecho estallar un escándalo político. Pues aquí nada. Preferimos ir de culo. Nada más empezar el año.

*Profesor de Filosofía.