Empieza noviembre celebrando a todos los santos y a los fieles difuntos y con sabor a castañas, olor a tierra mojada, son de lluvia y color ocre y amarillo pálido, marrón claro y verde seco. Época decadente en el otoño tenue que entierra el verano entre estertores de calor y zarpazos de un frío que no termina de llegar.

Ayer a la salida de clase bordeé el Pontones hacia mi coche y las hojas caídas y húmedas del sendero casi acabaron con mi maltrecho esqueleto, mis libros y mi ordenador esparcidos por el suelo, aunque no necesariamente por este orden, entre patinazos y resbalones de una minidanza contorsionista y grotesca, con la mascarilla de pico de pato prestándome un aire de marioneta de feria y que a más de un alumno le hubiera hecho partirse de risa.

Mientras recobraba el equilibrio y la compostura, y antes siquiera de tener tiempo de carcajearme de mí misma y conjurar así la vergüenza, reviví de un modo muy proustiano las hojas caídas de los plátanos de la calle Lauria de mi infancia, cuando la mano fuerte y segura de mi padre me acompañaba al colegio, con el abrigo azul, la capucha y los guantes, en las mañanas felices de una Barcelona somnolienta, mucho más frías y húmedas que estas. Y así, como con el sabor de la magdalena, la visión de esas hojas en el suelo me envolvió por unos segundos con el mismo calorcillo interior de sentirme a salvo, sostenida por aquella mano que me proporcionaba todas las certezas de mi mundo infantil, ordenado, protegido y perfecto. Solo ha sido un instante fugaz, pero el suficiente para llenarme toda de una añoranza feroz, que no lo era tanto por la pérdida de mi padre fallecido ya hace muchos años con la pena amortizada y asumida, ni de todos mis queridos muertos desaparecidos como él, sino de un tiempo acabado que en estos días de desaliento y desesperanza se me vuelve más hermoso y luminoso de lo que sin duda fue.

Pasará este noviembre negro y la pandemia morirá porque lo malo también muere. Aunque la seguridad feliz de aquellos otros noviembres sea definitivamente irrecuperable.