El vicepresidente del Gobierno sigue aportando pruebas de la anormalidad democrática de España. El periodismo, por ejemplo. No hay normalidad democrática mientras el periodismo tenga más poder que el vicepresidente del Gobierno, ha dicho. O sea, más poder que él. He aquí sus palabras: «Los dueños de Atresmedia y de Mediaset tienen más poder que yo, que estoy en el Gobierno. ¿Es eso normalidad democrática?».

Tratándose de asunto tan delicado (la prensa, nada menos, la libertad de expresión, uf), es normal que el periodismo haya reaccionado según el libro de estilo: es decir, o con indiferencia, demostrando así que efectivamente tiene poder, o con el editorial canónico: «no hay democracia sin periódicos». Nada grave, en todo caso. Si no ha faltado la denuncia que acusa al vicepresidente del Gobierno de querer «amordazar a la prensa» ha sido solo porque el periodismo tiene que defenderse, claro, y para lo cual suele echar mano precisamente de la expresión «amordazar a la prensa» que es también canónica, y esperar a que enseguida los políticos de la oposición se ocupen con ella. Se ocupan siempre, sean del signo que sean. Pero hay que reconocer el valor o la temeridad del vicepresidente del Gobierno para atreverse con la prensa.

Un atrevimiento mayor es reclamar más poder. Cuando el vicepresidente dice en el Congreso (no en una entrevista ni en una rueda de prensa ni en un corrillo de periodistas) que los dueños de dos corporaciones mediáticas tienen más poder que él, lo primero que se piensa es que el vicepresidente querría que tuvieran menos. Querría, o sea, quiere. O sea que lo intentará. No porque crea que tienen demasiado poder, sino porque tienen más que él, siendo él vicepresidente del Gobierno. El problema es que no es fácil quitar o aminorar poder a quien lo posee, sea mediático, eclesiástico, financiero o tururú. De ahí que solo pueda reivindicar más poder para el poder político, que al fin y al cabo es de quita y pon. Siquiera para poder controlar el poder.

Sin embargo, ni mordaza a la prensa ni más poder para sí mismo. ¿Mordaza porque esté perdiendo el favor de sus medios? ¿Más poder porque crea que el vicepresidente del Gobierno debe tener más poder? No son esas las novedades. Las novedades del vicepresidente son las anormalidades democráticas, que colecciona. Y si anormalidad democrática es que «Cifuentes se vaya de rositas mientras Pablo Hasél entra en la cárcel», como ha dicho, anormalidad democrática es que el periodismo tenga más poder que él, como ha confesado, sin que se haya producido mayor anormalidad parlamentaria que la anormalidad de que los socialistas, esta vez, no le hayan aplaudido.

*Funcionario