CONFINAMIENTO

Añoro a mi nieta

Miguel Fdez-Palacios Gordon

Al privarnos de emotivos gestos cotidianos: un beso, un abrazo, un roce, una caricia, la simple cercanía o, en el más desolador de los casos, el último adiós, esta despiadada plaga nos erosiona el alma. Como todos, anhelo el reencuentro con familiares y amigos que llevo en el corazón; pero mi nieta, que vive a cinco calles de distancia, por su delicada fragilidad infantil posee un cachito propio. Me cuentan que todos los días pide ver a su gente e ir al parque. No imagino con qué imagen del virus, que le impide ver a sus seres queridos, fantasea su vivaz cabecita. Añoro su alegre sonrisa, contemplar sus asombrados ojazos cuando le leo un cuento, darle un achuchón, comerla a besos, reírnos juntos, cantarle, bailar, jugar al pillapilla, al veoveo, al escondite, oír su dulce voz tratando de comunicarme algo esencial para ella con su lengua de trapo, arrobarme con su mirada curiosa demandando unos porqués. Si arrimamos el hombro, pronto volveremos a juntarnos. Hasta entonces, mucho ánimo y más paciencia.

CRISIS DEL CORONAVIRUS

Carta abierta a Pedro Sánchez

Ana Sánchez-Bote Corzo

Periodista

Extremeña adoptada en la capital por todos los madrileños desde años y hoy, desde mi escritorio, miro a través de una ventada que me devuelve la imagen de un Madrid vacío, sin su gente, sin su encanto. Madrid se ha sumido en un silencio roto solo por las sirenas que, antes, quedaban envueltas por el hilo musical del tráfico y de los viandantes. Hoy, ese sonido de sirenas me pone los pelos de punta.

Cada día veo los especies de mítines de nuestro presidente, de ese que un día pidió a Rajoy responsabilidades por dos enfermos de ébola. ¿Y hoy? Hoy nada, hoy nos dicen palabras de aliento, de superación y de ánimo ¡Pero qué ánimo señor Sánchez! ¿de qué nos hablas? Tú, que has comprado test defectuosos, ¿de verdad tan poco te importamos los españoles que pagas algo inválido e inservible y vuelves a pagar otro cargamento? ¿cuando has pedido a las empresas que se aguanten y que paguen los sueldos?... unos sueldos cargados de impuesto para hinchar tu bolsillo y el de los tuyos ¿sabes qué señor Sánchez? tu país se mure y no haces nada por ello. Estás dejando morir a España y nos hablas de que todo pasará ¡claro que pasará! pero no por tu trabajo sino por el de todos los españoles que aman este país. Volveremos a salir, pero nada será como antes.

Se me pone un nudo en la garganta pensando e imaginando mi pueblo extremeño vacío. Ese al que no sé cuándo voy a poder volver ¿semanas? ¿meses? Del que usted ni conoce sus productos, producto nacional, que conoce todo el mundo menos usted.

Nos habla de que saldremos pronto pero ¿a qué precio? ¿Cuántos 11-M más vamos a vivir a diario sin pedir responsabilidades? Ese en el que sus antecesores aprovecharon para llegar al gobierno.

Algún día volveré a vivir Madrid, volveré a pisar la plaza Mayor y comeré sus emblemáticos bocadillos de calamares o caminaré por una abarrotada Gran Vía... y por supuesto volveré a viajar a mi pueblo y abrazaré y besaré a todos mis seres queridos y no será gracias a usted, será gracias al buen hacer de todos los españoles.

Arrimar el hombro

Alejandro Prieto Orviz

Gijón

En semanas pasadas, y sin saber muy bien cuáles fueron los razonamientos que llevaron a la gente a comprar papel higiénico en cantidades muy por encima de lo habitual, vimos que las estanterías de tiendas y supermercados se quedaban vacías de un día para otro. Como era de esperar, una vez superado el temor al desabastecimiento y dado que su consumo no se multiplica de manera notable como consecuencia del confinamiento, el ansiado producto vuelve a estar disponible y al alcance de nuestras manos. En cambio, y lamentablemente, la situación de escasez creada en torno a los equipos de protección personal (EPI) adecuados para hacer frente a la pandemia actual, no parece que vaya a ser corregida en un breve periodo de tiempo, pues la enorme demanda mundial ha superado con creces la capacidad de fabricación y respuesta para la que se estaba preparado. Ante un problema de salud pública de semejante calibre, se hace más necesario arrimar el hombro que poner la zancadilla.