EEUU apoya su gran prestigio internacional en dos hechos: liberó a Europa del nazismo y a Asia del imperialismo japonés. Pero, tras la segunda guerra mundial, mientras fomentaba por todas partes la democracia, aquí ayudó a sobrevivir al régimen de Franco a cambio de que le dejasen instalar sus bases en suelo español. Esta política contribuyó a frustrar los deseos de libertad de los españoles durante otros 22 años.

Por todo eso, el antiamericanismo de España no arranca tanto de la guerra de Cuba como de ese pacto con Franco. Luego, otros errores, como Vietnam, Chile, y ahora Irak, han incrementado el desdén. Esta animadversión, que sin ser mayoritaria es amplia, contrasta con la línea de fervorosa amistad y dependencia adoptada por el Gobierno de Aznar en su relación con el presidente Bush, y con la creciente influencia que tiene el modelo de vida americano en todos los aspectos de nuestra propia existencia. EEUU debería analizar el rebrote antiamericano en todo el mundo después de que hubiese remitido en los últimos años. Son su política irreflexiva y su prepotencia los que, en unos casos le distancian de mucha gente, y en otros azuza réplicas desesperadas por vías como el terrorismo.