TAtcabo de leer una novela de John Crisham que se titula El Rey de los pleitos . Trata de cómo compiten las grandes empresas farmacéuticas en los Estados Unidos por vender sus medicamentos y de cómo los tiburones de la abogacía se lucran a costa de las demandas masivas de los consumidores cuando un fármaco se excede en sus efectos secundarios. Esta novela me ha recordado lo que me contó un día el primo de un íntimo amigo mío. El primo de mi íntimo amigo es químico y trabaja en un importante laboratorio especializado en antidepresivos. Hace varios años un gabinete de psicólogos sacó a la luz a través de los medios de comunicación un estudio sobre cierta transformación anímica que muchos individuos decían sufrir cuando se aproximaban las navidades. En concreto, los afectados de este mal pronunciaban un determinado número de veces al día la frase "me deprimen las navidades". El estudio determinaba como enfermo muy grave a todo aquel que pronunciaba esta frase más de treinta veces durante el transcurso de diez y seis horas; grave a quien la pronunciaba entre veinte y diez veces; y leve a quien lo hacía por debajo de diez veces. Para combatir esta nueva enfermedad psicológica el laboratorio donde trabaja el primo de mi íntimo amigo lanzó al mercado un antidepresivo navideño: el Naviconsumol. Pero no tuvo éxito en el mercado occidental y apenas se consumió. Enseguida un grupo de sociólogos sacó a la luz un estudio que demostraba que pronunciar la frase me deprimen las navidades era tan sólo un modismo totalmente inocuo, como por ejemplo decir yo en el fondo soy tímido ; o la cadena de televisión que más veo es la 2 . Según el primo de mi íntimo amigo, los millones de comprimidos de Naviconsumol que no se consumieron en Occidente fueron a parar a Centroáfrica, donde se había detectado una pandemia de verdadera depresión.

*Pintor