TLto cierto es que ni la RAE, ni la Academia de Extremadura, ni cualquier otra institución homóloga impone las normas a seguir en un lenguaje. Las reglas las marcamos nosotros, los hablantes. La RAE lo que hace es sancionar lo que ya está extendido y lexicalizado. ¿Cuál es entonces la función de la RAE? En mi opinión, la academia, más que dictar normas, las recomienda para un buen uso del español. Y la pregunta es: ¿sólo el español que defiende la academia es el correcto?

En este punto entran las variedades diatópicas y dialectales del idioma. No hablará igual un vasco que un andaluz, un valenciano que un extremeño. España siempre ha sido heterogénea (desde la Edad Media), y ahora, en la era de la globalización, ¿pretendemos acabar con esa multiculturalidad que nos define? Es ahí donde entramos los hablantes, para luchar contra esa pérdida de identificación regional.

Yo no digo que haya que combatir a la RAE totalmente, evitar su liderazgo en el normativismo del idioma (o monopolio, según se quiera), ni tampoco que ésta deba ser la única que vele por la pureza del idioma, pues un idioma puro también es aquel que, como el nuestro, posee variedades de uso. Una cuestión: si el español de Hispanoamérica es una variedad cultural y no se consideran ninguno de sus rasgos definidores (por ejemplo, el rehilamiento de las palatales) como uso incorrecto del idioma, ¿por qué algunos rasgos del extremeño son considerados vulgares? ¿Qué pasa?, ¿que los extremeños no tenemos la misma categoría en cuanto al idioma que los sudamericanos? Este es el gran problema. Por ello, animo a aquellas localidades que tengan un patrimonio lingüístico a que lo expresen libremente y sin vergüenza, porque esa es su singularidad.

Por otra parte, dejar bien claro que cada uno no podemos hablar como queramos, no entendamos mal las cosas. La RAE está para algo, aunque no sea definitiva. Si un extremeño de Valverde habla en valverdeiro a un catalán muy de pueblo, no van a entenderse. Intentemos crear entonces un español estándar, cada hablante con sus rasgos dialectales, pero con un mínimo denominador común que nos permita cumplir la función primera y primordial del lenguaje: la comunicación. Para concluir, decir que tenemos que llegar a un acuerdo para usar adecuadamente cada registro, pero sin renunciar nunca a ninguno de los dos: el de la RAE y el dialectal.

*Estudiante de Filología Hispánicade la Universidad de Extremadura