TLta vida es un frenesí, que dijo alguien. Discurre con rapidez y apenas percibimos la celeridad del tiempo que corre. Detengamos metafóricamente el reloj y reflexionemos. Hace cuatro días que la Iglesia se sumaba al ejercicio del derecho de manifestación, con la presencia de 20 obispos y el cardenal de Madrid, monseñor Rouco Varela al frente, y ya se anuncian nuevas movilizaciones, en la que es previsible la asistencia numerosa de prelados. Le han cogido gusto a la calle, a la pancarta y al grito coreado. Ahora ya no habrá quien les retenga en la soledad oscura del palacio episcopal. "Entérese de la próxima manifestación de los nuestros, García", le pedía un prelado a un colaborador de confianza.

Al empezar el verano era contra las bodas de los gays. Ahora será por la reforma educativa. La primera de la nueva temporada, porque se anuncian otras, siempre contra el Gobierno. Dicen que será un otoño caliente. Detrás vendrá el invierno, que será caliente también, sin que la alta temperatura política pueda ser sustitutoria de la calefacción. Y detrás irá la primavera, tan caliente, que llegarán a asustar a las oscuras golondrinas, que podría ser que en el 2006 dejaran sus nidos de colgar. Y siguiendo el ejemplo de este año, ni en el verano habrá descanso.

Cuando los obispos no eran de este mundo y no iban a las manifestaciones, la Iglesia creó numerosas organizaciones para que presionaran en su favor a los gobernantes. No eran la voz de la jerarquía, pero como si lo fueran. Eran submarinos guiados por un capitán de gorra laica, pero al servicio de las mitras, que lanzaban cargas de profundidad cuando convenía. Las hay a centenares. Pero, ¿qué falta hacen cuando los prelados no necesitan intermediarios y ellos mismos animan a la ciudadanía a que salga a la calle?

*Periodista