TMtamá mamá!, ¿por qué entre los anuncios siempre nos ponen un trozo de película?". Es un chiste muy corto que una mañana escuché en la radio en un programa debate sobre la televisión; luego se lo conté a mi amigo Dimas , pero no lo cogía. Claro es que él ve mucho la televisión. De tanto ver la televisión, Dimas se ha convertido en algo así como un anunciófilo, palabra que habría que introducir en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española con la siguiente definición: Persona aficionada a ver y analizar anuncios de televisión.

Dice Dimas que hay anuncios para todos los gustos: para los que ríen, para los que madrugan, para los que ligan, para los que rezan, para los que corren, para los que discuten, para los que huyen... Dice que hay anuncios teleseries, que son esos que van contando en veinte segundos un capítulo de una trama en la que el protagonista es un tarro de mayonesa, una paquete de compresas, o una bolsa de macarrones. Están los anuncios clásicos, los de toda la vida --ahora en fase de extinción--, que son esos que van al grano: "¡Compra La Granjera, la mejor leche entera!"; o "¡El buen jamón serrano se llama Bauti y Hermanos!". Luego están los exageradamente empachosos, que son esos que se pegan a la televisión como una garrapata al pellejo de un perro y no hay quien las mate. Suelen salir dos veces por minuto y se adhieren a la pantalla con tanta codicia que un día te ves obligado a llevar la televisión al técnico y le dices: "Mire, que vengo a quitarle a la tele un anuncio que le ha entrao y no quiere salir". Al día siguiente vas a recoger el televisor y te dice el técnico: "Nada, que no hay manera. He puesto al lado del aparato un cepo con un señuelo de jamón ibérico y vino ribera de Guadiana del caro, pero el bicho no sale". También tenemos los anuncios surrealistas, a los que mi amigo Dimas llama de arte y ensayo. Suelen insinuar difusamente el producto que anuncian entre largos silencios, luces y sombras en blanco y negro; y los actores no hablan, gesticulan. Cuando termina el anuncio, algunas veces no sabes exactamente qué es lo que se anuncia: ¿un coche?, ¿un electrodoméstico?, ¿un perfume?... Me ha dicho Dimas que un matrimonio vecinos suyos tuvieron una soberana trifulca por culpa de uno de esos anuncios de arte y ensayo. Después de ver el anuncio, ella le dijo él: "Es bonito el coche que anuncian, ¿eh?". "No, si lo que anuncian es el reloj que lleva puesto el conductor", replicó el marido. "No, anuncian el coche". "Que no, que anuncian el reloj". Y al final, el asunto, aparentemente una cuestión baladí e intranscendente, terminó en una absurda bronca vocinglera que se oía en todo el bloque. Como suele ocurrir en estos casos, un vecino llamó a la policía y dos agentes se presentaron en el lugar de los hechos. Justo en ese momento, la televisión emitía de nuevo el anuncio que había provocado la bronca. La mujer enseguida se dirigió a uno de los agentes y le dijo con arrogancia, a la vez que miraba al marido: "A ver, señor agente, dígale al cabezón de mi marido que es lo que anuncia este anuncio". "Está claro: las gafas de sol que lleva la mujer", contestó el agente.

*Pintor