De celebrarse el referéndum de Cataluña (y lo del jueves en Tarragona no parece que pueda explicarse sino como el primer mitin --prohibido y no impedido-- de una campaña electoral), el Govern conoce su responsabilidad y, por supuesto, la causa más grave a la que habría de enfrentarse: exactamente, a un delito de desobediencia o, dicho con gravedad castrense, de sedición, que suele producir un puntito de inquietud cada vez que se pronuncia. ¡Hostias, delito de sedición! Sin embargo, tampoco el Gobierno desconoce su propia responsabilidad ni la causa por la que debería responder (dejación de funciones) si no impide el fracaso de la legalidad y la liquidación del Estado de derecho, que es lo que ocurriría y lo que preocupa a los ciudadanos. De ahí la pregunta: cómo piensa el Gobierno hacer cumplir la ley.

Hasta ayer, día en que terminaba el plazo dado por el ministerio de Hacienda para no intervenir las cuentas de la Generalitat, el Gobierno ha venido haciendo lo que debía, que es recurrir judicialmente los modos con que el Govern ha intentado eludir la legalidad democrática. El problema es que el Gobierno, a cada sentencia dictada, ha ido obviando también su obligación de aplicarla, influido quizá por el fiscal general del Estado, que aconseja prudencia, dice, porque «buscan una reacción desproporcionada». El resultado ha sido una suma de declaraciones vacías cuyo destino era suplir la falta de actuaciones concretas, como aquella respuesta del presidente a un periodista que quiso saber demasiado: «Tengo pensado incluso los mecanismos que usted está pensando», le dijo, y tan pancho.

Sin embargo, no hay que subestimar al Gobierno, que si no nombra el artículo 155, o solo tortuosamente («Nos van a obligar a lo que no queremos hacer»), es porque no piensa aplicarlo. Y no «por falta de tiempo», como se dijo, y como si el referéndum fuera una ocurrencia del día anterior. Es que el Gobierno, sin necesidad del Constitucional ni de las fuerzas de seguridad del Estado, sabe cómo impedir la celebración del referéndum: cortar la luz de los colegios electorales. ¡Cuidado con el Gobierno! ¡Cuidado, Govern!