Catedrático de la Uex

Estamos ante un escenario en el que todo vale para buscar justificaciones y argumentos interesados. Recordar unas declaraciones de Trillo acusando sobre todo a Francia, pero también a Alemania, de la delicada situación internacional que vive la sociedad de naciones, causa sorpresa, estupor y sonrojo. Traer a colación la machacona doctrina Aznar sobre las Españas, en la que cohabitan los buenos y los malos (los social-comunistas y los nacionalistas), resulta triste.

Si se reflexiona sobre las razones que subyacen en este proceder, no es difícil detectar la gravedad hecha cotidiana entre nosotros: la tensión en alza de la España de las autonomías (que algunos nacionalistas bien que aprovechan); el aumento de la tensión internacional en un paisaje en el que estamos de co-protagonistas; las descalificaciones sistemáticas de los oponentes políticos; las intromisiones de unos poderes del Estado en otros; la pérdida galopante de la imparcialidad de la información; el fomento de una cultura social basada más en el bienestar personal; incluso el resurgimiento de antiguas barreras sociales, que parecían superadas, son ejemplos de una situación preocupante, que puede ir a más, por encontrarnos cada vez más cerca de la cita electoral de marzo.

Si la reflexión se vuelca sobre la vida diaria, es frecuente darse cuenta de la importancia de tal o cual detalle, cuando es tarde para rectificar. Casi sin percatarnos, se van cometiendo equivocaciones en muchos de los parajes de la existencia. La edad, en suma, suele ser compañera de mejores juicios y de ponderación en las decisiones.

Dando por cierto lo anterior, ¿caminamos en sentido contrario? ¿No sería lo suyo, que tras 25 años de democracia, y tras las graves vicisitudes superadas, el sosiego, la coherencia en las conductas, el respeto a las diversas formas de pensar y la normalidad en las relaciones públicas fueran las normas imperantes? Lamentablemente, el ambiente huele a confrontación, en un marco en el que las ideas van sucumbiendo ante los intereses. Siendo lo usual que, en vez de reflexionar, se manipulen las concretas situaciones políticas del día a día, sin apreciar el deterioro de la vida social, con posible repercusión negativa para todos, a medio plazo. La orden directa de Rajoy para poner como condición un documento contra el plan Ibarreche, para instrumentalizar a última hora, la asamblea de los municipios españoles, o sus advertencias sobre el supuesto antiespañolismo de algunos pactos en Cataluña, son dos señeros ejemplos. Parece como si hubiera que proscribir cualquier visión distinta de la del grupo al que se pertenece. Parecen agresiones los comportamientos de todos los demás. Parece, con todo, que estamos ante una encrucijada.

Frente a este dibujo, que resalta lo negativo del ritmo de los acontecimientos políticos del presente, cabría intentar dejar aparcado, siquiera temporalmente, el plano interesado, y hacer un ejercicio de responsabilidad y generosidad, colectivas. Cabe una gran reflexión sobre el futuro de la convivencia. Cabe actuar sintiendo más aquellas cuestiones que unen, frente a las que separan. Todo ello es más prioritario que seguir gobernando a cualquier precio.

Con la convivencia no debe jugar nadie. No debiera jugar Arzallus, un personaje que está llegando a la senectud sin los ponderados juicios que corresponderían por su edad. Pero tampoco quienes ven en la confrontación permanente unos rendimientos electorales a tener en cuenta.