Los hados de la imagen siguen protegiendo a Barack Obama . Ha evitado hasta ahora pronunciarse sobre las represalias israelís contra Hamás, tema controvertido donde los haya, y completado la formación de su Gabinete con bastantes parabienes.

El nuevo equipo reúne, prima facie, tres características. Parece, de entrada, triunfar la eficacia sobre la ideología. Aunque el candidato prometió insistentemente el cambio, se centra ahora en la eficiencia. No hay claro tinte ideológico en el grupo. Incluso ha conservado a Gates , secretario (ministro) de Defensa de Bush , y recuperado para el Ministerio de los Veteranos a Eric Shinseki , que fue jefe de Estado Mayor con el Gobierno saliente, pero que fue postergado por sostener con valentía que, para ganarla, la guerra de Irak precisaría de centenares de miles de soldados. En resumen, la progresía estadounidense está satisfecha sin entusiasmo y los conservadores manifiestan que los escogidos no están tan a la izquierda como se temió.

En segundo lugar, el Gabinete refleja sociológicamente al país. Es un espejo de EEUU: hay tres hispanos, un negro, dos asiaticoamericanos, con varias mujeres entre ellos, etcétera. La diversidad, el querer cumplir con diversas etnias o con familias políticas, no es, obviamente, signo de eficacia ni de compenetración con el presidente. Se citan casos que muestran lo contrario: Nixon postergó a su secretario de Estado, Rogers , y lo puenteó sistemáticamente con Kissinger ; Reagan trataba tan poco a su titular de Vivienda, S. Pierce , que lo presentó en una ocasión como míster Mayor . Obama, una vez descartado un hispano proteccionista para un puesto importante de negociador, no parece haber cedido al clientelismo. No hay ceros a la izquierda por razón de cuota. Esto nos lleva a la tercera característica: Obama no ha vacilado en rodearse de pesos pesados. Quiere llevar a cabo un programa ambicioso de relanzamiento de la economía similar al New Deal de Franklyn D. Roosevelt . Ha de abordar una situación económica con semejanzas a la que lidió ese presidente en los años 30. Las cifras de paro, consumo y desplome de la vivienda de diciembre siguen siendo sombrías; quiere mejorar la sanidad, lunar de la sociedad americana, haciendo que, con menos coste, cubra a más gente; limitar las emisiones de carbono y crear una revolución en el campo energético; lanzar un vasto programa de obras públicas; reducir los impuestos de la clase media... Algo de esto --cambiar el modelo energético del país, bajar los impuestos de la clase media...-- fue repetido hasta la saciedad por el candidato durante la campaña. Obama no tiene remilgos, como apuntamos, para rodearse de contrincantes de talla: ha escogido a tres enemigos de la campaña última (ya antes había promovido a Biden a la vicepresidencia). Más de un comentarista ha recordado que Lincoln reunió en su Gabinete a lo que se conoce como "un equipo de rivales": políticos que lucharon contra él con denuedo en la campaña electoral de la época. La comparación es un tanto forzada, toda vez que dos de estos contrincantes, el titular de Comercio, el hispano Bill Richardson --al que Bill Clinton tachó de "Judas" porque, habiendo sido ministro suyo, desertó tempranamente al campo de Obama en la campaña-- y Tom Vilsack , que va a Agricultura, aun siendo figuras reconocidas hicieron un papel más bien pobretón en la lucha electoral (Richardson acaba de dimitir antes de tomar posesión). No ocurre lo mismo, como rival de postín, con la apuesta más relumbrante y arriesgada del nuevo presidente, la de Hillary Clinton , para el vistoso cargo de secretaria de Estado.

Hillary Clinton, una fuerza política per se , plantó cara hasta el último minuto al ahora presidente, y continúa teniendo numerosos seguidores. Es una superstar. No está claro cuál ha sido el factor decisivo que ha motivado su elección. Existen obvios pros y contras, y hay advertencias serias sobre las eventuales veleidades de Hillary Clinton como jefa de la diplomacia. James Baker , un prestigioso secretario de Estado, es suspicaz. Sostiene que, aunque disienta en algo, el secretario debe ser exteriormente un clon de su jefe. Los líderes extranjeros ven a millas de distancia cualquier grieta entre los dos. La política exterior, en consecuencia, sufre. Analistas nacionales y extranjeros disfrutarán comprobando si Obama desoye la opinión de Clinton o si hay divergencias en temas cruciales. El contencioso Israel-Palestina, donde Hillary pasa por ser el mejor nombramiento posible para los judíos, será un buen test.

En el terreno energético también hay un interesante equipo verde. El ministro, Steven Chu es premio Nobel de Física; el asesor en la Casa Blanca es un discípulo de Al Gore ; el ministro del Interior, Salazar , adoptó medidas anticalentamiento en su Colorado natal.

Laboralmente, se toman asimismo decisiones aplaudidas. Aunque hay puestos clave para personas partidarias conocidas del libre comercio, lo que no entusiasma a los sindicatos, como ministra de Trabajo se nombra a una legisladora hispana, Hilda Solis , que ha votado en un 95% de ocasiones con las agrupaciones sindicales.

¿Cuánto durará la luna de miel, dadas las desmesuradas expectativas?