A su manera (confuso, caótico, nunca con las formas y el fondo que se le suponen a un presidente de Estados Unidos), Donald Trump mostró ayer su esperado apoyo a Mariano Rajoy en la crisis de Estado que vive España a cuenta del referéndum de autoderteminación convocado en Cataluña y suspendido por el Tribunal Constitucional. El presidente del Gobierno hizo sus deberes (dio su apoyo a la mano dura de Trump con Corea del Norte y Venezuela, por ejemplo) y a cambió logró de los labios de Trump la frase que buscaba: «Estoy por una España unida y creo que la gente de Cataluña tiene que seguir en España».

Eso sí, antes, en otra pregunta, Trump había divagado con una «opinión personal» (como si un presidente de Estados Unidos pudiera permitirse este lujo) y con una frase extraña: «Nadie sabe si [en Cataluña] votarán, el presidente dice que no pero creo que la gente se opondrá». La frase dio ayer mucho juego en el mundo soberanista, pero estilo trumpiano al margen, Rajoy se trajo de Washington el apoyo estadounidense de la misma forma que también cuenta con el de la Unión Europea y el de los Estados que lo forman. Otro asunto es que el pésimo estilo político y comunicativo del presidente del Gobierno hagan que el independentismo sienta que la batalla del relato a nivel internacional la tenga ganada, a juzgar por la forma con la que una parte considerable de la prensa internacional está informando de lo que sucede en Cataluña.

Necesita apoyos el Gobierno de Rajoy, que la semana pasada perdió una moción de apoyo en el Congreso (presentada de forma inoportuna por Ciudadanos) y que ayer, a través de Cristóbal Montoro, anunció la intención del Ejecutivo de prorrogar al 2018 los presupuestos del 2017 ante la falta de apoyos parlamentarios. El problema de Rajoy es que el socio clave para aprobar las cuentas, el PNV, no oculta su incomodidad con la forma con la que el Gobierno está afrontando la crisis en Cataluña. Rajoy anunció ayer que no acudirá a la próxima cumbre de la UE en Tallin para centrarse en la gestión de a crisis. Certificado el apoyo de las cancillerías europeas y de Washington, Rajoy tan solo cuenta en España con el apoyo incondicional de Ciudadanos. La crisis de Estado también salpica la gestión del presidente y amenaza la legislatura.