TEtn uno de mis viajes pasaba por Estrasburgo y visitando la catedral me paré a observar su famoso reloj. Pronto me di cuenta de una treintena de esferas que normalmente hubieran tenido que funcionar indicando toda una serie de cosas interesantes y no funcionaban. El reloj de Estrasburgo es magnífico, pero me marché apenado, porque había muchas esferas que tenían que vivir y estaban muertas. Estuve paseando largo rato en Estrasburgo. Entré en los almacenes, estuve a la salida de las fábricas, charlé con mucha gente y descubrí que numerosas esferas no funcionaban. Cuando regresé, en el tren de la tarde brillaban en la noche miles de lucecitas. Cada una de ellas dejaba adivinar una mesa, con una TV y unos rostros fijos volcados en el programa de turno. Yo pensaba en toda la felicidad complementaria que podrían surgir en cada uno de esos hogares si todas las esferas marcharan. Ahora tengo la misma sensación cuando veo a los jóvenes regresar del botellón.

Me asomo al mundo interior de aquéllos con los que me cruzo y también tengo presente mi mundo y digo: ¡Qué bello sería este mundo si todas las esferas del reloj de nuestras vidas funcionaran bien!

*Sacerdote