Se ha destacado en titulares que la víctima de un infarto ha sido salvada por el masaje del tórax y el boca a boca de una estudiante de medicina. También hace unos días un niño de Campanario se salvó gracias al desfibrilador.

Debiera ser cotidiano, no destacable, el que esa y muchas otras víctimas de distintos accidentes fueran salvadas por cualquier otro ciudadano.

Apenas cabe pensar en nada más importante --«primero vivir, después filosofar»-- que el que un tan simple como eficaz aprendizaje de los primeros auxilios formara parte imprescindible de la enseñanza obligatoria. Hoy tú por otro, mañana otro por ti.

LA DESPOBLACIÓN

Desarrollo rural y sostenibilidad

Jesús Jaraíz Maldonado

Profesor en el instituto de Hervás

Mucho se habla en los últimos tiempos, especialmente a nivel institucional, sobre la importancia del desarrollo rural y la lucha contra la despoblación del campo. Es unánime el apoyo de palabra a los pueblos y el campo de Extremadura.

Sin embargo, cuando uno habla con extremeños que viven de la agricultura o la ganadería, comprueba de primera mano el nivel de frustración existente: mientras los pastores encuentran toda clase de trabas para que sus rebaños de cabras desbrocen los montes, éstos se llenan de jabalíes y matorrales que van cerrando sendas antaño transitadas entre los valles. Periódicamente, brutales incendios forestales obligan a las autoridades a hacer nuevas promesas de mejoras que pronto caerán en el olvido.

Por otra parte, la Ley del Suelo de Extremadura, que reconoce que más del 99% del territorio extremeño es considerado suelo rural, dificulta con múltiples trabas su posible desarrollo. Al fijar en una hectárea y media la superficie mínima para poder autorizar la construcción de una vivienda familiar aislada dará respuesta a los grandes latifundios de las llanuras cacereñas y pacenses, pero discrimina flagrantemente a muchas comarcas montañosas del norte, centro y este de Extremadura en las que difícilmente se encontrarán propiedades de ese tamaño.

Muchas de esas comarcas de montaña comienzan a ver en el turismo una alternativa de vida al ruinoso sector primario. Sin embargo, sus habitantes no pueden construir viviendas destinadas al turismo rural por no disponer de suficiente superficie para edificar. Tampoco pueden rehabilitar una edificación que no tenga más de treinta años de antigüedad. Y, del mismo modo, los visitantes que se enamoran de Extremadura tampoco podrán comprar una pequeña propiedad para construir una primera o segunda vivienda en esas comarcas. Por lo tanto, también los trabajadores rurales del sector servicios y la construcción sufren las consecuencias de una legislación muy restrictiva sobre los usos del suelo.

De los tres pilares esenciales para la sostenibilidad de un territorio --la protección medioambiental, el desarrollo social y el crecimiento económico-- las instituciones públicas de Extremadura parecen prestar atención especial únicamente al primero. Recientemente me comentaban las prohibiciones que sufrió un propietario para desbrozar su finca por haberse encontrado en ella excrementos de lince. El próximo incendio forestal resolverá el problema del matorral pero también terminará con el hábitat del felino.

Si los legisladores extremeños no encuentran un equilibrio razonable entre la protección del medio ambiente y un desarrollo económico sostenible, el despoblamiento del medio rural continuará imparable. Si observamos el mapa de Extremadura, existe un lamentable paralelismo entre el aumento de los espacios naturales protegidos y la reducción de la población en el medio rural. Y es que, en estas tierras, parecen tener más derechos un lince o un jabalí que una cabra... o una persona.