Aquellos que tienen la enorme suerte de sufrirme más de una vez por semana (y en vivo, nada de escudarse en la sana distancia del papel) me habrán oído hablar hasta la saciedad sobre Mario Draghi. Y, normalmente, en términos elogiosos. Lógico: el papel (papelón, más bien) que le ha tocado asumir al presidente del Banco Central europeo en medio de turbulencias no vistas en los mercados ha sido de aquellos de huir sin mirar atrás.

Draghi se encontró durante todo el primer semestre de 2012 con una más que posible (y esperada) ruptura del euro, con unos países periféricos desangrados por una abultada y creciente deuda y sus gastos derivados (que subían a través de la famosa prima de riesgo) y un sistema bancario en toda Europa que trasladaba sus activos tóxicos al sector público. Nada invitaba a la confianza, y por supuesto, nadie lo hacía. Rodeado de ese castillo de naipes, superó con firmeza la crisis del euro... sin hacer absolutamente nada. Enorme mérito ¿no? Si ustedes tienen la insana intención de resolver un problema sin hacer nada y creen lo que van a lograr... bueno, pues suerte con ello.

Aquel famoso "lo que haga falta" calmó a los mercados y favoreció la estabilidad de la moneda, el euro. Y era complicado, porque en aquel momento cualquier medida estaba condicionada por los dos "frentes" abiertos que tenía Draghi. La batalla externa, con la Reserva Federal americana imprimiendo moneda salvajemente (como Japón) y exportando inflación al resto del mundo en forma de dólares. Y la aún más acendrada escaramuza interna, con una Alemania merkeliana vigilante de que no cambiarán unas condiciones económicas que le favorecerían sobradamente frente al resto de la eurozona.

Y así, Mario amagó y no dio. Anunció que iba a hacer, pero no ejecutó. Brillante, pero a la larga ineficiente, claro. Tampoco es que eso se le ocultase al romano, sabía que tendría que realizar cambios en una política monetaria que era rígida (sí, incluso con los tipos al 0,5%). El dinero salía del BCE pero no llegaba a la economía real. Por eso, entre otros factores que ahora veremos, realizó la rebaja histórica de tipos que fue portada de este diario hace justo una semana. ¿Nos vamos a quedar ahí? Mucho me temo que ahora nos adentramos de la mano de SuperMario en territorios inexplorados...

Con la calma que da el tiempo, y los múltiples análisis que habrán podido leer u oír, queda claro que Mario Draghi ha redoblado su apuesta por Europa. Por una Europa en recuperación. Pero la motivación no es la que algunos políticos tratan de vender. No. Es el miedo. Ese miedo basado en el conocimiento de que esa recuperación de Europa es famélica, de que el sistema bancario sigue herido en sus balances y acumula y no presta, y que el fantasma de la deflación (pese a la enorme liquidez existente en los mercados) está más que presente. Miedo a que no se produzca un cambio de tendencia.

¿QUE BUSCA con la bajada de tipos? Básicamente, que retornen la inversión y el consumo. Y por ello se originan las condiciones propicias para estimular la concesión de créditos y la circulación del dinero. Y, de paso, crear algo de inflación, para evitar caer definitivamente en deflación.

¿Lo conseguirá? Con la bajada de tipos sólo, complicado. Puede incentivar a los agentes (bancos, inversores, consumidores) pero sin crédito no va a ser posible ver circular el dinero.

¿Nos quedaremos ahí? No lo creo. Seguro veremos más medidas extraordinarias hasta la efectiva recuperación del empleo y el consumo. Entre otros factores porque las decisiones del banco central no pueden ser ya ortodoxas, no pueden basarse en formatos o medidas tradicionales, porque los mercados las "esperan" o las descuentan, y, por ello , tienen un efecto menor al buscado.

¿Qué viene ahora? Complicado de acertar, pero ya se anuncia un nuevo manguerazo a las entidades (la zanahoria) y aplicación de tasas negativas en los depósitos en el BCE; es decir, cobrar a las entidades por poner el dinero ahí y no moverlo (el palo). Y, todo esto, ¿tiene consecuencias en su vida diaria? A corto plazo, no. No vamos a ver a los directores de sucursal ofrecer créditos de repente. Pero mucho cuidado con las burbujas que todo el dinero en circulación están creando-y, por favor, deben leer el mensaje que nos envían los bancos centrales de forma clara: aún no se vislumbra esa solución a la crisis que nos quieren vender. Miedo, no. Precaución, no sobra.