Me ha movido a escribir este artículo la intervención del presidente del Congreso, señor Marín , el día de la Constitución, que hizo que el país recobrara muchos recuerdos del pasado. En su escenificación ante las Cortes, proclamó, tenso y solemne, una ácida advertencia a las fuerzas políticas, con el presidente Zapatero , y el jefe de la oposición, Rajoy , allí presentes: "No puede repetirse una legislatura tan dura y tan ruda como la que hemos tenido". Cargado de razón, les estimulaba a recuperar esa política "con mayúsculas", basada en el "consenso y sentido del límite", que, de ningún modo, eran "dos palabras viejas", sino vivas, al posibilitar que los pilares puestos en los albores de la transición, fueran sólidos y vigorosos. Tanto fue así, que nunca el pueblo español ha tenido una era tan larga de bienestar social. Construimos un puente, entre todos, capaz de salvar las aguas procelosas de una dictadura de 40 años, que nos permitió pasar de esta orilla, ya en almoneda, a las praderas de un sistema de libertades, donde Suárez hizo encaje de bolillos con una labor de habilísima ingeniería política, paradigma de pragmatismo y sentido común; el Rey, "motor del cambio", realizó gestiones decisivas, tratando de propiciar un Estado, homologable al de nuestros vecinos, que nos esperaban, impacientes, como nuevos socios de la próspera Europa. Y la Iglesia, por boca del cardenal Tarancón , elevaba "por España una oración transida de alegre esperanza". Fuimos, al fin, el asombro del mundo en el modo de pasar de una autocracia a un sistema político de libertades públicas, donde se derrochó tacto, generosidad y sentido común- Pero, en los últimos tiempos, parece que estemos ante un inminente peligro de dilapidar el gran acuerdo que propició aquel espíritu de la Transición, tirando por la borda los logros conseguidos con un "éxito que parecía imposible", mientras el país olvidaba los fantasmas del pasado.

Un gran acuerdo que, obviamente, no fue gratuito, sino que el pueblo español tuvo que pagar un alto precio, a la luz de ese espejo histórico que tenemos ante nosotros con todo lo sucedido, pues, si es cierto que el franquismo había sido aventado, con una clase política en desbandada, aún quedaban fuerzas opuestas, en el conocido contexto de las dos medias Españas, machadianas, que ponían en peligro dicha transición. Y es que, en primer lugar, había que dejar atrás aquella "democracia dulce y amaestrada", de Carlos Arias , drástico frenazo en la ya imparable marcha hacia las libertades, que fue contestado por una oposición, que no se doblegaba ante tales maquillajes reformistas, a fin de ir hacia el desmantelamiento del viejo régimen, mediante la legalización de los partidos, una urgente amnistía política --cancelación de las secuelas de la guerra civil--, la disolución del Movimiento Nacional y de los sindicatos verticales, con una convocatoria de elecciones a Cortes Constituyente-

XPERO HASTAx llegar a las plácidas laderas de la Constitución, era preciso superar, en medio de tanto marasmo, durísimas pruebas, como los sucesos de Vitoria (miércoles de ceniza y sangre ), una huelga general en el País vasco, la matanza de Atocha, en unos días en que pudieron morir tantas ilusiones; la legalización del partido Comunista,--verdadero corrimiento de tierra para muchos--, más todo lo que entorpecía la marcha emprendida, con secuestros y cancelaciones, donde pervivía aún parte de la censura franquista, a pesar de la Ley de Fraga ; prohibiciones de actos, como los del Aberri Eguna y los de Montejurra; procesamientos y expedientes a numerosas revistas, y a personajes Trevijano, Sartorius, Barón, Sánchez Covisa ); dimisiones y ceses (de los generales De Santiago y Gutiérrez Mellado , el almirante Pita da Veiga , etcétera); denuncias a sacerdotes, periodistas y militantes radicales, querellas interpuestas, consejos de guerra contra varios miembros de la policía y de la Guardia Civil; sanciones y arrestos, multas a organismos, líderes y directores de periódicos, más toda una formidable ofensiva de huelgas y manifestaciones- Mientras tanto, el terror de la ETA irrumpía exigiendo su parte alícuota de sangre y barbarie, que sería cáncer en España para muchos años-

Pues bien, todo esto quedó atrás, encontrando respiro y sosiego durante unos años, hasta que, de pronto, se yergue ante la sociedad, una atmósfera enrarecida y una turbia y áspera orgía de reproches, de unos contra otros, tratando de tirar por la borda el consenso y la mesura de épocas pasadas, que darían feliz carpetazo al pasado. Juzgue el lector, pues, si, después del enorme costo que tuvo que pagar el pueblo español, en la transición, las palabras del presidente del Congreso, no se hallan sobradas de razón, suspirando por ese "consenso y sentido del límite", que fue proverbial, en la "más asombrosa ocasión vivida por el español", en las últimas décadas.

*Doctor en Historia