TStiempre me decanté por el Capitán Garfio, Peter Pan me parecía ridículo con ese gorrito verde y esos pantys. Toro Sentado fue mi héroe durante años porque el general Custer le hablaba con desprecio. Muchas tardes esperé, en vano, que el cocodrilo de Tarzán le metiera un bocao de una vez por todas (no muy fuerte) para que rebajara sus aires de macarrilla de jungla que se lleva a la chica. El Correcaminos me revienta, prefiero al Coyote y su infatigable lucha por cazar al pajarraco y poder comer un muslo en su vida. Poulidor me gustaba más que Anquetil porque supo ser segundo sin perder la sonrisa. En el boxeo me voy al rincón de los que sangran por la nariz y en el fútbol soy del Badajoz, para qué aclarar más. Me acomplejan los jóvenes y altos ejecutivos que te pisan con sus lustrosos zapatos, te asfixian con sus colonias de diseño, te golpean las pantorrillas con sus maletines y te apartan de la vida porque eres miope, obeso, tienes canas y andas como un pingüino. W. Allen me anima (que ya es estar deprimido) cuando de regreso a su piso de Manhattan llora desconsolado en un banco del Central Park pensando en su eterno amor a quien un musculoso rival está portando al cielo con su gimnasia sexual en ese mismo instante. El Capitán Garfio, Toro Sentado, el cocodrilo, el Coyote, Poulidor, el Badajoz y 7W. Allen... a su lado me pongo para salir en una fotografía que lo más seguro es que salga velada.

Por este motivo nunca me gustó la foto de las Azores, Blair, Bush y Aznar o Peter Pan, Custer y el Correcaminos juntos. Demasiado para un tipo hipocondríaco, para un hombre que suda de miedo, para un perpetuo abandonado con golpes de maletín en las pantorrillas.

*Dramaturgo