Consejero de Obras Públicas y Turismo

Con riesgo de poder ser tachado de antipatriota o tener la sensación de lamer el rencor por las esquinas, voy a opinar. Creo que es bueno hacerlo y además es maravilloso tener la sensación de libertad para hacerlo. Máxime cuando sobre lo que uno intenta comentar u opinar modestamente tiene una enorme trascendencia desde el punto de vista humano, social y también económico.

Estoy en contra de las guerras --cualquier ser humano debería estarlo-- y también de la que se nos avecina. También estoy en contra del terrorismo internacional y del que seguimos sufriendo en España para cuyos practicantes pido el cumplimiento de las condenas e incluso la cadena perpetua si se han cometido atentados. También condeno las dictaduras y la horrenda procacidad de construir palacios de un régimen que deja morir de hambre o por falta de medicinas.

Afirmado esto, ¿por qué, para qué y para quién vamos a entrar en guerra? Quienes estén convencidos de la necesidad de la guerra será inútil que piensen en la muerte y la mutilación, en las ciudades y pueblos arrasados; pero quiero pensar que a nadie le gustaría esperar los restos mortales de ningún familiar.

La guerra es la última y la peor de las soluciones. La guerra genera aún más injusticia y desigualdad. La guerra significa la muerte y el empobrecimiento de muchos y la riqueza de unos pocos. La guerra es muerte y barbarie. Habrá quienes quieran esta guerra o sientan que saldrán beneficiados o que no saldrán perjudicados, pero lo cierto es que la guerra nos afecta y perjudica brutalmente a todos porque nos hace morir como seres civilizados.

Parece que la que se avecina ahora, no otras que existen, se basa en resoluciones de Naciones Unidas y en su incumplimiento por parte de un régimen como el de Sadam. Posiblemente algunas naciones tendrían que pedir perdón por el modo en que surgió Irak y otras tendrían que hacerlo por las ayudas que recibió.

Pero, ¿cuántas resoluciones de Naciones Unidas se están incumpliendo? ¿Sobre el Sahara? ¿Sobre Oriente Medio? ¿Sobre...?

Más grave que las incumplidas son las no producidas y que realmente son mis argumentos para otras resoluciones y otras guerras supongo que también son los argumentos de otros muchos que como yo no son poderosos. ¿Sería tan extraordinario, e impensable, pensar en una resolución que declarara la guerra al sida? ¿Sería tan extraordinario pensar en otra que declarara la guerra al hambre o a la sed? Pensando en la guerra de los poderosos, tal vez se nos olvide lo que valdrá en vidas humanas esa próxima guerra y lo que costará económicamente desplazar ejércitos y desarrollar un conflicto. ¿Cuántas vidas salvaríamos sin la guerra? ¿Cuántas vidas salvaríamos destinando contra el sida, el hambre o la sed los recursos bélicos que ya se están empleando o emplearán en esa guerra?

Mis argumentos son luchar contra la desigualdad y la muerte; mis argumentos son conseguir más paz, más libertad y más desarrollo transformador. ¡Tantas energías para justificar y hacer la guerra y tan pocas para luchar contra la desigualdad, el paro y la muerte!

Así pues, defiendo otras guerras, creo que son las únicas que pueden llamarse guerras justas, porque tratan de defender al ser humano. Desearía esas otras resoluciones de Naciones Unidas y, mientras tanto, que por una cuantía económica infinitamente pequeña con relación a cualquier desplazamiento de tropas hubiera un seguimiento permanente de Irak y tantos otros países, por inspectores de Naciones Unidas.

No es difícil iniciar guerras, la historia ofrece múltiples ejemplos; lo difícil es concluirlas porque muchos seres humanos, muchos de nosotros, no verán su final. Las guerras siempre las ganan los poderosos, aunque quieran convencernos de que la grandeza y altura de miras exige ese sacrificio que siempre toca a los débiles.

Desde un ejercicio de voluntad y libertad al que no quiero renunciar, digo no a la guerra, digo no al terrorismo internacional y digo no al terrorismo que en España nos impide ser totalmente libres. Me siento libre para pedir otras resoluciones de Naciones Unidas que nos permitan argumentar otras guerras, contra la desigualdad, el dolor y la muerte.