En esta cuarentena hemos tenido muchas horas libres. Nos hemos visto con el tiempo que normalmente no tenemos y hemos tirado de las tecnologías para hacer los momentos más llevaderos o para matar el aburrimiento. Hoy en día pasamos muchas horas delante de la pantalla navegando por internet y en las redes sociales, aunque ese no es el verdadero problema. Es el uso que damos a esas poderosas herramientas lo que marca la diferencia. Tenemos la posibilidad de aprender y crear sin necesidad de movernos de casa. Una cantidad infinita de recursos en línea que tan solo debemos filtrar según nuestros propósitos, si es que los tenemos. Un lujo comúnmente poco valorado. Por el contrario, pasar el rato jugando con el móvil o tragando chismorreos en redes sociales no es precisamente constructivo, aunque no reniego de su uso esporádico. Hay que ser conscientes de la importancia de elegir bien aquello con lo que pasamos más tiempo. Al igual que pasa con las personas, nos acabamos convirtiendo en aquello de lo que nos rodeamos. Estamos pues ante un arma de doble filo. Creo que las nuevas tecnologías hacen más sabio al inteligente y más tonto al ignorante. Lo expuesto no es tan solo extensible a momentos de cuarentena, sino que creo que debería ser una reflexión permanente.