La masacre de hace un año en Newtown parecía destinada a marcar un antes y un después en la legislación y la percepción social sobre la tenencia de armas en Estados Unidos. Entonces, Obama se comprometió a introducir cambios legislativos para regular su control. Diez meses después, cuando los muertos por arma de fuego en ese periodo en EEUU se acercaban a los 30.000, Obama admitió que el cambio no vendría del Capitolio, que solo lo harían posible los ciudadanos, como de hecho ha estado ocurriendo en los últimos meses. Fracasadas las iniciativas federales, han sido los estados los que han aprobado medidas de control (aunque en algunos casos ha sido para lo contrario). Hace un año el impacto emocional fue muy fuerte y desde la sociedad se han creado organizaciones, muchas de ellas formadas por madres, que han sabido presionar a sus representantes en los estados. Pero la obsesión de EEUU por las armas solo se reducirá cuando se desacralice la enmienda de la Constitución que permite llevarlas como un derecho en cualquier caso.