El trágico suceso que tuvo lugar el pasado sábado en Gévora, cuando un joven de 19 años, que ayudaba a su padre a hacer una mudanza, murió al recibir un tiro de una pistola que se disparó accidentalmente cuando iba dentro de uno de los bultos de la citada mudanza, trae a la mente de todos el refrán de que las armas las carga el diablo. Pocas ocasiones hay tan apropiadas como ésta para comprobarlo porque es ciertamente complicado que coincidan la cadena de casualidades como la que ha tenido que haber aquí para que produjera el fatal desenlace. Y, sin embargo, a la vista está: ha sucedido, lo que pone de manifiesto que nunca se insistirá bastante en el extremo cuidado con que deben manejarse las armas. Ahora, cuando ya es imposible devolver a la vida a un muchacho que la tenía toda por delante y que fue a perderla en el día en que le ayudó a su padre en el trabajo, solo quedan preguntas: ¿Cómo es posible que una pistola estuviera en casa con una bala dentro y en disposición de ser disparada? ¿Cómo es posible que estuviera de modo que se pudiera disparar accidentalmente? Preguntas que seguramente perseguirán toda la vida al padre del chico, al dueño del arma --por otra parte, sin licencia-- y al amigo que se la vendió. Preguntas que el resto de las personas que han conocido esta historia deberían no olvidar para que tampoco se descuidaran nunca ante un arma que, ya se sabe, carga el diablo.