Siempre hay un respiro, un segundo en el que te invade la tranquilidad, justo en medio de esas pequeñas tormentas en lo que todo parece confabularse para echar por tierra lo que buscas. Observas las prisas, los acelerones, las caras desencajadas de estrés y los brazos que --cual émulos de Shiva-- se multiplican para dar abasto a tanto bulto, tanta maleta. Y es ese momento afortunado en el que caes en que esa vorágine no es para ti, no estás invitado a la obra. Si hay alguna posibilidad de que un tren se retrase, la experiencia dicta que ese es el tuyo. El tren a Extremadura.

Y eso que ya te has bifurcado en Atocha de los privilegiados de la entrada de Mediodía y encaras la terminal de cercanías. Que también tiene una salida de media distancia… que no, tampoco es la tuya. Bajando y descendiendo, tirando de commedia, uno se pregunta si a Dante no le hubiera dado por hacer una segunda parte de su divina descenso camino a coger el tren a Cáceres, Plasencia, Mérida o Badajoz. ¡Virgilio guíanos!

Apunte personal: no tengo costumbre de acudir a manifestaciones. Sería ridículo decir que prefiero guardarme mis opiniones (¿esto no era una columna?), así que los tiros no van por ahí. Tampoco es falta de afán combativo, con lo que presiento que hay algo de entender que es propio de la esfera personal y mucho de falta de comodidad en las grandes concentraciones. Pero sí creo en la utilidad de las manifestaciones. Especialmente, cuando escapan (como pueden) de argamasa política y del postureo que esconden algunas repulsas, condenas y similares. Aún recuerdo la fuerza colectiva que se sentía, de pie en ese lado en que Gran Vía se abre a Cibeles, aquel día de marzo en el que la lluvia y un respetuoso silencio nos unían a todos en el dolor.

Pero a la manifestación de mañana en Madrid por el Tren Digno (requiere mayúsculas), si las circunstancias lo permiten, pienso acudir. No sólo por hacer profesión de la tierra fuera de ella, que también. No sólo porque este periódico haya decidido hacer su labor de informar pero también de ser parte y llevarlo a gala, que también. No sólo porque sea una reivindicación justa, necesaria en su naturaleza y me atrevería que a decir que estratégica con independencia del resultado final.

Lo que he visto en torno al «tren digno» es una sociedad que se despereza, que es consciente de que no tiene por qué delegar sus peticiones. Toda la carga de ironía (y buen humor) que destila la «Milana bonita» es un soplo de aire fresco. No porque todo lo que conlleva no estuviera ahí, inherente a ese carácter extremeño, que nunca es usado de forma excluyente. Claro que siempre ha estado ahí. Pero la arquitectura de esta reivindicación es ciudadana.

Siempre hemos estado acostumbrados a argumentar desde la queja, amparados en la enorme sombra de una deuda histórica cada día con tintes más psicológicos y menos económicos. Una difícil, pero a la vez confortable, sensación de ser los últimos, los olvidados. Es un pernicioso círculo, pero que usado como acicate genera iniciativas como la que se verá mañana en Madrid.

Por eso me preocupa muy poco que haya políticos que quieran sumarse. Bienvenidos sean. Todos somos conscientes del engaño continuado y sistemático acerca de las conexiones ferroviarias. De si el AVE es caro o no, de los mal halladas «altas prestaciones». Del sucedáneo mal trabajado del avión. De la falta de finalización de vías de comunicación claves en la región.

Pero todo ello debe quedar en segundo plano. Por ejemplo, no entiendo que se critique a Pablo Iglesias por expresar su apoyo. Puede ser oportunista (como otros muchos) pero es bienvenido. Porque además no son ni deben ser la cabecera: los usuarios, los empresarios, los extremeños en general clamamos por un tren digno.

Por supuesto que será relevante que se consiga el objetivo; pero no quería conscientemente hablar de su significado social y su relevancia económica. Por descontado que habrá negociaciones políticas después del evento de mañana y de los sucesivos que venga.

Ocurre que importa el armazón y la dignidad que se esconden en la reivindicación. Por un tren digno. Ya.