El delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa Díaz del Río (Ferrol, La Coruña, 20-7-1955), está afrontando la crisis del Prestige con singular prestancia de alma y bien acicalado de cuerpo. Otra cosa es su grado de eficacia como coordinador de las órdenes de sus superiores (de Alvarez-Cascos, por ejemplo, del que dijo que era quien mandaba mientras el ministro de Fomento fomentaba su afición cinegética en el Pirineo).

Estudiante de Ingeniería Técnica Naval (que no acabó) y de Filología Inglesa (que tampoco), De Mesa ha hecho carrera política a la sombra del exministro Romay, hombre fuerte en AP, primero, y en el PP de Galicia, después. Durante ocho años fue concejal de su ciudad natal (teniente de alcalde de 1987 a 1989), lo que le sirvió para dar el salto a diputado (1989-2000).

En el Congreso, ejerció de portavoz de Pesca y, en mayo de 1995, soliviantó al ministro del ramo (el socialista Luis Atienza) al pedir que España ampliara sus aguas jurisdiccionales más allá de las 200 millas. "Merece una reprobación por decir un disparate de tal calibre", bramó Atienza.

Ahora braman los que le creyeron cuando dijo que "probablemente el fuel no llegue a la costa gallega" y cuando, más adelante, no escarmentó y se atrevió a pronosticar: "Es prácticamente imposible que la mancha llegue a las Rías Bajas".