Ningunear es algo a lo que suelen recurrir los políticos para evadir acusaciones, aguantar reproches, o entorpecer acciones de políticos contrarios. Existe un ninguneo amorfo, cuyo fin es distorsionar lo evidente, como por ejemplo el del candidato que pierde las elecciones y no reconoce su fracaso. O el ninguneo esquivo, como la cabezonería de Zapatero de negar la crisis cuando la teníamos encima. Seguramente, en el manual de todo político encontremos un capítulo dedicado al arte del ninguneo.

En algunas ocasiones, el ninguneo va acompañado de argumentos que los justifican, pero en otras, simplemente se revierten a negaciones obstruccionistas. Asidua practicante del ninguneo entorpecedor es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre , a la que seguramente ningún político del PSOE gustaría tener de vecina, porque si tuviera que pedirle una pizca de sal para la ensalada, seguro que se comería la lechuga sosa.

Esperanza Aguirre acostumbra a ningunear por las bravas las leyes que provienen del Gobierno central: Dependencia, Educación para la Ciudadanía, Antitabaco. Ahora se niega a prohibir fumar en los bares y a dotar de un portátil de 10 pulgadas de pantalla a los alumnos de los colegios madrileños.

En lo referente a la Ley Antitabaco, opino que esta vez no le falta razón al refutarla exponiendo que es el hostelero el que debe decidir la prohibición de fumar en su establecimiento, dada su condición de propietario.

Ahora bien, la señora Aguirre vuelve a los argumentos meramente obstruccionistas cuando se niega a suministrar los pequeños ordenadores con la excusa de que los alumnos pueden adoptar posturas físicas lesivas o sufrir mermas visuales. Además, manifiesta estar dispuesta a proveer a los alumnos de portátiles de mayor tamaño y potencia, cuando los pequeños portátiles son bastante menos pesados, más manejables, poseen zoom para aumentar las imágenes y potencia de sobra para el uso escolar. Pero lo suyo es ningunear lo que le conviene.