La provocación no existe si no existe el provocado, al igual que no existe la ofensa si no existe el ofendido. Si trasladamos esta conclusión al arte, podemos pensar que cualquier artista que pretenda la provocación con su obra pasará totalmente desapercibido si el observador la concibe con normalidad y no manifiesta públicamente su disconformidad o escándalo con lo que ve.

Si la obra L.H.O.O.Q. (reproducción de la Gioconda con bigote y perilla) o la Fuente (Orinal) de Marcel Duchamp no hubiesen provocado la indignación cuando se presentaron ante el público, si ese público las hubiera concebido con naturalidad, seguramente habrían pasado desapercibidas y a día de hoy no estarían consideradas piezas claves del arte moderno.

Partiendo de que el arte busca conmover los sentidos valiéndose de todo tipo de medios, ideas y argumentos, no puede conseguir sus fines si no suscita sensibilidades. Indudablemente el arte es inefable, pero existe, y cada uno de nosotros tenemos un concepto muy personal de lo que es.

Por ello la provocación también puede ser arte y algunos artistas a veces se valen de esa técnica, que suele confabularse con otras técnicas como la pintura, la escultura, la fotografía, el video. Si una obra pictórica es presentada ante el público y no conmueve de alguna manera, por su contenido, su composición, sus colores, pasará desapercibida; será excluida como obra de arte.

Esto no ha pasado con la colección de fotografías titulada Presos Políticos en la España Comtemporánea, censurada y retirada de ARCO a petición de la Dirección de Ifema. Una colección de fotos de rostros pixelados posiblemente no susciten interés en nadie, a no ser que cada foto vaya acompañada de un texto que provoque -o lo pretenda- la indignación de algunas personas que las miran. Y como así ha sido, la obra ha adquirido su medida de glorioso arte.

Ni qué decir tiene que los artistas provocadores encuentran su caldo de cultivo en los espectadores que caen en la provocación. Por eso las mentes más propensas a indignarse, escandalizarse o censurar lo que ven, son las que precisamente alimentan el valor artístico de una obra provocadora.