La airada reacción de Mariano Rajoy al manifiesto de apoyo a Rodríguez Zapatero firmado por un numeroso grupo de artistas refleja el lamentable espíritu de trinchera que se ha adueñado de la política española. Decir que esos artistas --entre los que se encuentran creadores tan indiscutibles como Almodóvar o Joan Manuel Serrat-- están "untados" por el Gobierno, y presumir de que respaldan al PSOE porque así tienen garantizado el cobro del canon digital "que pagamos todos los españoles" es un ataque infame a un grupo de personas representativas de nuestra mejor cultura.

Otra cosa es que el portavoz de la Plataforma de Apoyo a Zapatero (PAZ), el cineasta José Luis Cuerda, se excediera en su discurso del sábado en Madrid al referirse al PP como "turba mentirosa y humillante que piensa desde su imbecilidad que todos somos imbéciles". Son palabras gruesas que merecen una respuesta de los aludidos, pero nunca en el tono utilizado por alguien que debería mostrar más serenidad. Presentar a los artistas que respaldan al PSOE como una especie de aristocracia que vive del cuento frente a una masa de honrados trabajadores es una simplificación soez que no merece mayores comentarios.

Resulta preocupante que en este país no se admita con normalidad que personas conocidas --artistas, cantantes, intelectuales, deportistas-- hagan públicas sus inclinaciones políticas. Se trata de una costumbre habitual en EEUU y en otras democracias, pero que aquí viene lastrada por los reflejos sectarios e inquisitoriales de algunos dirigentes y comunicadores de la derecha dura.