Un amigo del PP extremeño siempre me dice que para ganar unas elecciones hay que alejarse de la derecha y acercarse al centro, pero teniendo siempre presente que sin la derecha de toda la vida el PP no gana nada. En resumen, que primero hay que conquistar a la gente de casa para después ir de campaña. En esta disyuntiva se mueve el partido por excelencia de la derecha española: entre el centro liberal y socialdemócrata y la rama más conservadora. Agrupar a ambos polos fue misión de Aznar y le dio la mayoría absoluta. Rajoy siguió sus pasos y le funcionó hasta que se desdibujó su misión por culpa de la corrupción y la irrupción de Vox y, sobre todo, de Ciudadanos. Pablo Casado parece haber encontrado la fórmula para regresar y eso es lo que le ha hecho depositario de la confianza de la mayor parte de los compromisarios: ruptura con el marianismo y vuelta a las esencias del partido para, desde ahí, ir a la conquista del centro. Su frase de «tenemos que ser todo a la derecha del PSOE» es más que clarividente.

El nuevo presidente del PP supo desde el principio que tenía posibilidades de ganar las primarias y por eso no aceptó ninguna alianza de partida. En un escenario de enfrentamiento visceral entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, y viendo que el gallego Feijóo no daba el paso, vio el camino perfecto para llegar a la meta. Primero, siendo tercera vía; y después, agrupando el frente antisorayista. De esta manera, se alzó como un candidato solvente capaz de lanzar un mensaje en favor de la militancia primero, y dirigido a los compromisarios después. Su concepción de las primarias en dos fases le ha funcionado a las mil maravillas, al contrario que Santamaría en busca de la militancia en todo momento y hablando de nueva etapa sin Rajoy cuando ella es en sí misma la esencia del propio Rajoy. Con el discurso de Soraya se hubieran ganado probablemente más votos en unas elecciones generales, pero no un congreso que era de lo que se trataba.

AHORA habrá críticas al vencedor y al propio PP por no haber respetado la decisión de la militancia que le dio el apoyo mayoritario a Santamaría, pero con las reglas perfectamente marcadas desde el principio y la victoria tan contundente cosechada en el congreso (57,2% frente al 42%), difícilmente va a haber contestación. Su liderazgo es incuestionable, lo que se traducirá en las próximas semanas en el asalto de la calle Génova y la recomposición de todas sus estructuras no sin antes determinar dónde van a acabar los componentes del bando perdedor.

Está por ver la capacidad de integración de Pablo Casado y de su gente, y de apreciar su generosidad para quienes apoyaron a Soraya. Lo mismo que habrá que esperar para saber qué hace la propia candidata derrotada, desbancada del poder aún cuando ella misma dijo antes del congreso que siempre estaría en política pasara lo que pasara. De esta integración dependerá también el futuro del partido. Ganar se ha ganado, pero para vencer en las urnas se requiere de todos y de momento hay un 42% en contra y son un montón de cargos electos: desde alcaldes hasta diputados o presidentes.

¿Y en Extremadura? Las repercusiones en la región no serán muy apreciables. La segunda vuelta y consiguiente victoria de Pablo Casado ha permitido a José Antonio Monago y al PP extremeño salir airoso de la contienda. Su apoyo explícito a Cospedal en las primarias lo dejó tocado cuando venció Soraya, pero el haberse alineado el bando de Cospedal con el de Casado le ha dado una salida perfecta. Tanto, que ha logrado colocar a dos de sus más estrechos colaboradores, Fernando Manzano y Juan Parejo, en el comité ejecutivo nacional y a Gema Cortés, portavoz del partido, en la junta directiva. Otro nombre extremeño que ha entrado en la dirección nacional del partido ha sido Alberto Casero (alcalde de Trujillo), pero en este caso es decisión del propio Pablo Casado dada su amistad y el apoyo prestado desde el principio en las primarias. Él y otros que le respaldaron querrán tener voz y habrá que concedérsela al haber sido bendecidos por el líder, aunque ya se verá.

Un nuevo capitán siempre es bueno para una formación dado que levanta ilusiones y despierta la atención del electorado, pero las primarias siempre dejan muertos en el camino y heridas que tienen que sanar. Tendrá que pasar un tiempo para determinar si este congreso ha sentado las bases de la recuperación del poder y determinar qué efecto puede tener en los próximos procesos electorales que están por venir. No hay que olvidar que las municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina. Son en mayo del 2019. En 2 meses estamos de precampaña.