Esta semana han empezado los actos por el 35º aniversario de la Constitución de la Asamblea de Extremadura, el Parlamento regional. Uno primero en el que fueron invitados los diputados de legislaturas anteriores -vamos por la novena-, y al que acudieron una parte interesante de los 340 que han pasado por los escaños.

Luego ha habido dos mesas de experiencias. La de los cuatro presidentes/as que aún están entre nosotros, y posteriormente la de periodistas que han pasado unas cuantas horas por los pasillos, despachos, cabinas y tribunas de la Cámara.

Pese al tono institucional de ese primer día de los actos, no faltó quien aprovechara para transitar por campos presuntamente abonados para la cosecha de votos, por ejemplo el terrorismo de ETA. Aunque era un acto solemne, al menos en la intención y algo en la efeméride, porque otra cosa es cumplir 25 o 50 años, afortunadamente no lo fue tanto y pudimos escuchar discursos sinceros y llanos, como el del diputado de Podemos Daniel Hierro, bien construidos como el de la socialista Lara Garlito, y de obligada mirada atrás para situar el contexto histórico como fue el de Rodríguez Ibarra.

Recordó por ejemplo el expresidente que en aquel café para todos autonómico, el sálvese quien pueda de buscar pareja y socio para constituir comunidad, con quien bailar, en aquella Cáceres que miraba para el norte, Castilla y León, y ese otro Badajoz presuntamente asimilable a Andalucía, hubo algún devaneo con la provincia de Huelva para que se incorporara a la autonomía extremeña y él tuvo conversaciones en ese sentido.

Todo dramatismo que pudiera hacerse sobre la situación de la región, se queda corto con el que había en los años 70 y 80 según él. Lo primero por solucionar era lo más básico, llevar el agua a muchos pueblos, como recuerdan estos días algunos veteranos. Sin salida, sin esperanza, con los brazos bajados, con la convicción de que nada bueno podía salir de aquí; había que salir del agujero según Ibarra y romper la inercia de bajón en espiral.

Se constituyó la Asamblea, la región se dotó de un cuerpo legislativo básico y propio. Redes de abastecimiento, carreteras, algo esto último que siempre es muy bien valorado en las encuestas a los extremeños, la red viaria. AP, PP, PSOE, Extremadura Unida, CDS, PREX, CREX, IU, Nueva Izquierda, SIEX. Partidos que han pasado con sus diputados por los asientos baratos, sintéticos y calurosos del hemiciclo improvisado en la Casa de la Cultura de Mérida, o por el gran mueble asentado en la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, donde en noches de filibusterismo parlamentario hoy para reírse, el diputado del PP Eugenio Hornero, a fin de aburrir al PSOE a eso de la medianoche, divagaba sin fin sobre las maravillas naturales e históricas en la comarca de La Vera.

Los presidentes de la “Asamblea de la Junta de Extremadura”, como para su sorpresa y enfado aún se les presenta en algunos sitios a los presidentes de la Cámara, como unos mindundis bajo la sombra dominante de la presidencia de la Junta, y subordinados a ella, han vuelto a tejer lamentos sobre lo desconocida que es la Asamblea, tanto que cedieron un día a la tentación de cambiar membretes y placas y llamarla Parlamento de Extremadura, en un márketing impropio, tampoco achacable a ningún partido en concreto, pero que es negarse a sí mismo.

La Asamblea en estos 35 años ha perdido peso político. Pasó el tiempo de su protagonismo una vez edificado el edificio legislativo regional. En sus despachos concibieron los diputados, y también periodistas, artículos del Estatuto de Autonomía, como el de las inversiones obligatorias del Gobierno en la región.

En otro ejercicio de nostalgia, pero realidad, los periodistas también han coincidido en que cambiaron, a peor, las relaciones con los diputados. En aquel entonces se respetaba más el papel y trabajo de cada parte, y se confiaba en la buena voluntad de cada una.