Los ascensores son habitáculos muy pequeños que dan mucho de sí. Incansables trabajadores al servicio de la comunidad o de la empresa, ahora suben ahora bajan sin marearse, a necesidad o capricho del usuario, y nunca pierden la paciencia ni la compostura, como si hubieran hecho un largo curso de relajación y contención de emociones con nota cum laude. Aunque, como son máquinas, a veces sufren sus crisis de astenia y se niegan a funcionar. Se quedan parados súbitamente, sin dar explicaciones, en algunas ocasiones cuando más se los necesita. Sé de un matrimonio que padeció un desagradable desaire de un ascensor cuando ambos esperaban a que con generosa amabilidad el aparato abriera sus puertas como de costumbre para trasportar quince bolsas de la compra semanal desde el garaje hasta su vivienda, situada en la quinta planta. El aparato dejó que la pareja amiga introdujera todas las bolsas en su habitáculo, pero se negó a cerrar de nuevo sus puertas, de manera que tuvieron que subir la mercancía por las escaleras, dando tres viajes cada uno. En otras ocasiones se quedan parados entre dos plantas con viajeros dentro. Y en estos casos, las consecuencias de su deslealtad dependen de las circunstancias, cantidad y cualidad de los encerrados. Sabido es que para los claustrofóbicos supone una de las peores torturas, y para los no claustrofóbicos una cómica incidencia para contar cuando se les ha pasado el susto.

La conducta humana dentro de los ascensores es muy dispar. Lo habitual es que las personas permanezcan en silencio cuando viajan en ascensor, y si se dirigen la palabra, casi siempre es para hablar del tiempo --¡qué calor hace hoy!; ¡cómo llueve!--. En alguna ocasión hemos oído sorprendentes historias ocurridas dentro de un ascensor, como la voluptuosa experiencia de una pareja que permanece encerrada durante horas. Alguien me contó que un ángel y un diablo se quedaron encerrados en un ascensor durante días y cuando los sacaron nadie sabía quién era el bueno y quién el malo. Esto me lleva a pensar que entre el mundo y un ascensor hay cierta similitud.