He leído que varios colectivos feministas, encabezados por la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, y por el Instituto de la Mujer, han decidido que se reescriban algunos cuentos, como La Cenicienta, Blancanieves y La Bella Durmiente , por considerarlos sexistas. En primer lugar, quiero manifestar mi indignación al ver en qué pierden el tiempo estos organismos pagados con nuestro dinero. En segundo lugar, considero que La Cenicienta es un personaje que responde a un fenómeno más real y actual de lo que imaginábamos, pero no por lo que se refiere a los protagonistas del cuento: aquella chica, arrinconada como sirvienta y sometida a la crueldad y los caprichos de su madrastra y de sus hermanastros, hoy día recibe, en muchas ocasiones, ese trato de sus propios hijos. Es el denominado caso del adolescente tirano; dicho de otra manera, es el caso de los niños (y niñas) mimados, consentidos, malcriados y maleducados.

Hablo de esas criaturas que no hacen más que exigir sin dar nada a cambio, egoístas, que no reparan en gastos superfluos mientras que su madre tiene que hacer malabarismos para llegar a fin de mes, trabajando --cuando puede-- en condiciones denunciables para ganar cuatro duros. Estos adolescentes son incapaces de cuidar de su madre cuando cae enferma, ni de sacar al perro, pero exigen toda la atención y anulan así el espacio personal de sus padres, que sufren el chantaje emocional de quienes no dan un paso para buscar trabajo y solo saben quejarse y negarse cuando se les pide que echen una mano en la casa, y que son insensibles a los gritos silenciosos de las madres que les piden ayuda cuando ya no pueden más. No, La Cenicienta no es ningún cuento.

Ramón Gausachs **

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