En el Periódico Extremadura de 16/5/2018, Guadalupe del Moral publica un artículo titulado ‘Educación reducirá Religión dos horas y el conflicto vuelve al punto de partida’. Hace ya años que se viene discutiendo y penando sobre este problema. Hay dos aspectos en este asunto: uno es la vida y trabajo de los docentes de esta asignatura, que creo que merecen una solución de justicia, ya que muchos llevan años y años dando esa signatura y tienen detrás una familia a la que atender.

Otro es el problema de la signatura misma. Mi opinión y la de otros colectivos y teólogos importantes, planteamos el problema de otra manera. Nosotros creemos que no debe haber una asignatura de Religión confesional en todas las etapas de la enseñanza. Pero sí creemos que debe haber una asignatura del Hecho religioso en general, en el cual entrarían el hecho religioso en sí, y todas las religiones.

Creemos que el hecho religioso o las religiones es una realidad universal que, aunque seamos creyentes o no creyentes, está ahí en toda la historia y en todas las culturas. En concreto en España, no se puede comprender bien su historia, su literatura, su arte, su pintura, su cultura en general, si se prescinde del hecho religioso, y aquí en concreto, de la Religión Católica. Por eso, la comprensión del hecho religioso es un elemento más de la cultura que hay que transmitir a todos los alumnos, si queremos formar personas cultas y comprensivas.

Y esta cultura religiosa es diferente de la experiencia religiosa, en la que se intenta hacer vida o experiencia de una religión concreta. Esto sí es objetivo de la catequesis: iniciar a los que quieran ser y vivir una religión, a hacer la experiencia iniciática o de profundización vital en esa religión. Por eso la clase de religión nunca debe ser una catequesis. Para eso están la familia, las parroquias y grupos o comunidades cristianas. Yo he sido durante 23 años profesor de religión y jamás le pregunté a ningún alumno si rezaba o iba a misa. Eso pertenecía a la experiencia de la fe, que a mí no me correspondía tocar.

¿Quién daría esa asignatura del Hecho Religioso? Unos profesores especializados, como los de cualquier otra materia. Y sería el Estado, mediante concurso y exámenes correspondientes, quien designaría a tales profesores. ¿Que para eso habría que cambiar algo de la Constitución o de los acuerdos Iglesia-Estado? Pues, que se cambien, mientras sea para un mayor bien de los alumnos en general y para una mayor estabilidad de los profesores. La dificultad principal radica en los dos grupos muy difícil de ponerlos de acuerdo: los que defienden una laicidad radical, es decir, que no haya ningún tipo de enseñanza religiosa en la educación, y por otra parte la prepotencia episcopal que defiende la enseñanza de la religión católica en toda la enseñanza.

Los señores obispos no tendrían que tener miedo a este cambio y a dejar el poder de designar a los profesores. Así dejarían de criticarlos por este asunto. Lo que sí deben es poner todo su empeño es en formar cristianos desde la infancia para que sepan vivir su fe en un mundo cada vez más secularizado. Y esta es una tarea de las familias y de todas las comunidades cristianas.