Es curioso, o quizá no, y por eso preocupante, que el número 1.000 de uno de los suplementos culturales de mayor calidad (en mi modesta opinión) y trayectoria de este país, abra con artículos de Héctor Adab Faciolince, Mario Vargas Llosa, Emilio Lledó y Joaquín Estefanía . Evidentemente no es preocupante ni curioso que ellos escriban en tal publicación, faltaría más, pues los cuatro son referentes en sus ámbitos de acción y reflexión. Lo preocupante es que los cuatro testimonien o reclamen respectivamente el valor ético de la literatura, una cultura sustentada en otra cosa que la civilización del espectáculo, la libertad de pensamiento y la independencia. Pues si coinciden en la misma línea, procediendo de universos teóricos y/o vivenciales diferentes, con recorridos propios, y no siempre parejos, quiere decir que la cosa no debe andar muy bien en cuanto a esos aspectos (para qué hablar del resto). Y que la ausencia de ética, libertad e independencia, es no sólo patente para los que viven y/o sobreviven en las periferias del sistema, sino que los que forman parte del sistema también lo sienten y experimentan, y lo toleran e incluso lo promueven. Yo no sé, no sé nada, pero si yo no quisiera como quiero a mis padres, y a los amigos de mis padres, y a las generaciones (donde se encuentran los cuatro autores referidos) que nos educaron en los principios de la modernidad (Libertad, Igualdad y Solidaridad) sin duda ninguna les diría un par de cosas. Por ejemplo: cómo es posible que con la cantidad de discursos democráticos que llenaron sus mentes y bocas hayan permitido (pues son ellos los que lo han permitido, en el mejor de los casos, pues en el peor, y hay muchos, no sólo lo han permitido sino que lo han construido) que el sistema esté corrompido por dentro, cómo es posible que nos vendieran un mundo que no existe, cómo es posible que sus reclamos y posturas de antaño ahora sean nostalgias para contar a algún sobrino, mientras cuando éste no mira, hagan todo lo contrario. No. Lo siento. Pero no se puede tirar la piedra y esconder la mano. Toca asumir cada uno nuestras responsabilidades.