El incendio intencionado del monumento a las víctimas del terrorismo, que iba a ser inaugurado próximamente en Calzadilla de los Barros, no debe quedar impune. Es algo más que una simple gamberrada. Atenta contra la memoria de centenares de familias españolas que han sufrido la perdida de un ser querido a manos de ETA. En este mismo sentido se ha expresado ya la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Es difícil determinar qué corre por la cabeza de un ser humano para mancillar de esa forma el recuerdo de los muertos. En Extremadura no hay detectados grupos pro abertzales. Lo lógico es suponer que el autor o autores del ultraje no sabían lo que hacían. Que no estaban en sus casillas. Que se les fue la mano. Pero su acto debe ser perseguido con contundencia. Quemar un monolito con la carga simbólica que tiene el de Calzadilla no debe medirse por el mismo rasero que un banco de un parque o una papelera.