Violencia de género en el trabajo? Parecería un despropósito contestar afirmativamente a la pregunta por cuanto parece existir una asociación exclusiva del término con la muerte de una mujer por su pareja sentimental.

Sin embargo existen otras manifestaciones, más sutiles en ocasiones, de violencia de género que van minando la salud de las personas que lo padecen, en su mayoría mujeres, hasta socavarles su dignidad. Una agonía lenta y dolorosa en la que se trastoca hasta el más elemental esquema delictivo víctima-agresor. La víctima se avergüenza de serlo mientras el agresor alardea de su condición.

Estamos hablando del acoso sexual y del acoso por razón de sexo en el ámbito laboral, el que tiene lugar en el centro de trabajo o en el desempeño del mismo.

Un asunto no baladí si nos fijamos en los últimos datos disponibles. Según un estudio elaborado en 2006 por el Instituto de la Mujer, cerca del 15% de las trabajadoras en España han sufrido acoso sexual en el último año. Es decir, que de 8.425.000 trabajadoras (4.º trimestre 2005 EPA), se estima que 1.310.000 han sufrido alguna situación de acoso sexual en su trabajo en el último año.

Una violencia invisible, un atentado, muchas veces cotidiano, contra la dignidad de la mujer víctima del acoso.

XPERO, ¿COMOx saber que se está en una situación de acoso?, y sobre todo, ¿qué lo sustenta?

Se sabe que se está en una situación de acoso en el entorno laboral, cuando se produce un comportamiento manifiestamente no deseado de connotación sexual, ya se exprese física, verbal o no verbalmente, y tenga por objeto o por efecto atentar contra la dignidad, con lo que se produce un ambiente intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo.

Las situaciones más comunes del acoso sexual van desde expresiones verbales públicas vejatorias para la mujer (chistes de contenido sexual sobre la mujer, piropos/comentarios sexuales sobre las trabajadoras, pedir reiteradamente citas, acercamientos excesivos y hacer gestos y miradas insinuantes), a situaciones en las que se produce una interacción verbal directa hacia la mujer con alto contenido sexual, hasta situaciones en las que se producen contactos físicos no deseados.

¿Se puede negar la violencia detrás de los comportamientos descritos? Rotundamente, no. Como tampoco que el elemento que lo sustenta es de carácter cultural. Que el origen de la violencia contra las mujeres está en las relaciones jerárquicas de poder y dominación que se dan en las sociedades patriarcales.

Esta violencia se da en un contexto cultural de sobrevaloración masculina e infravaloración femenina y que está ligado al sexismo, teoría que determina la inferioridad del sexo femenino en base a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, no en términos de capacidad.

Del sexismo emanan comportamientos de desvalorización de las mujeres y actitudes estereotipadas (como la de mujer-objeto sexual) que conducen a la subordinación de un sexo con respecto al otro, de las mujeres con respecto a los varones. Alicia Miyares se refiere a esas actitudes como estereotipos patriarcales: "- recrean la imagen de las mujeres como seres inferiores física, moral e intelectualmente-".

¿Cómo erradicar, entonces, la violencia de género? Mejorando el sistema sancionatorio y de tutela frente a la violencia de género, así como los mecanismos de protección y prevención del acoso sexual, que pueden contribuir eficazmente a la prevención y eliminación de la violencia de género en los lugares de trabajo.

Pero lo más importante, promoviendo una nueva cultura, la cultura de la igualdad, que ponga fin a los papeles asignados a mujeres y hombres en función de su sexo. La Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres camina en esta dirección.

También Comisiones Obreras que, además, asume el compromiso y la responsabilidad social de trabajar conjuntamente con los poderes públicos y las distintas organizaciones sociales, en la visualización y eliminación de la violencia contra las mujeres.

*Secretaria de Mujer y Comunicación de CCOO de Extremadura