La detención en Pakistán de un ciudadano de aquel país que residía en Barcelona, presuntamente implicado en los atentados que costaron la vida a 179 personas en Bombay (India), viene a confirmar la sospecha de que los tentáculos del terrorismo islamista alcanzan a Barcelona de forma diferente a la del resto de España. Porque se da en esa ciudad, además de la influencia fundamentalista con origen en el Magreb, la que procede de Asia central, sobre todo de Pakistán, con unas características y objetivos especiales. Basta recordar la procedencia de los responsables de los atentados de Madrid, el 11 de marzo del 2004, y la de varios grupos desarticulados en Barcelona para certificar esta diferencia.

Por lo demás, resulta muy osado situar al detenido en alguna de las redes de Al Qaeda o sus franquicias. El conflicto de Cachemira, que enfrenta a la India y Pakistán desde la independencia, en 1947, es muy anterior a la existencia de la organización creada por Bin Laden. Esto no hace menos peligrosa entre nosotros la acción de los islamistas. Porque coinciden con sus correligionarios venidos de otros lugares en cuanto al fanatismo ideológico y al arrojo suicida. Razón por la cual, sin importunar a las comunidades en las que se esconden ni someterlas a una sospecha indiscriminada, está más que justificada la vigilancia intensiva de las fuerzas de seguridad.