Los bombardeos masivos con la finalidad de amedrentar a los mandos militares y aterrorizar al pueblo de Irak empezaron ayer con la intensidad estremecedora que había anunciado previamente el Pentágono. En un alarde de cinismo, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld intenta convencer al mundo de que la lluvia masiva de 3.000 superbombas sobre zonas urbanas es una nueva forma de guerra incruenta para debilitar el poder de Sadam. Puede que el objetivo de quebrar la cúpula de mando de Irak se consiga. Pero sostener que bombardeos tan atroces como los de ayer no están provocando la muerte de numerosos civiles inocentes es, evidentemente, una miserable forma de mentir.

Esta guerra oculta las cifras reales de muertos. La manipulación informativa --acompañada de una censura pura, incluso de datos meteorológicos-- está siendo un arma bélica más. Su uso es evidente desde que se denomina guerra preventiva al ataque ilegal, objetivos selectivos al asesinato con armas de amplio poder de destrucción y misión humanitaria a lo que en definitiva es un ataque frontal contra un país con prácticamente nula capacidad operativa para replicar o defenderse de quienes le bombardean.