WLw a conferencia internacional de Bali sobre el cambio climático ha finalizado con un acuerdo unánime que abre una puerta a la esperanza de la conciencia universal sobre los peligros del calentamiento del planeta. Se podría decir que no ha habido ni vencedores ni vencidos, porque cada una de las partes en litigio ha logrado una porción de los objetivos que se habían propuesto. Las conclusiones nos hablan de la voluntad de seguir avanzando hasta la reunión de Copenhague que tiene que substituir al compromiso de Kioto en el 2009. Es bastante. Al menos se ha conseguido salvar la espada de Damocles que pendía sobre Bali, la posibilidad cierta de que la cumbre finalizara con un rotundo fracaso por ser incapaz de establecer un marco genérico, asumido por todos los participantes.

En el panorama que se ha dibujado estos días en Indonesia se barajaban unos cuantos puntos de vista de signo muy distinto. Una Unión Europea beligerante exigía compromisos explícitos a Estados Unidos en cuanto al aumento de la reducción de las emisiones de dióxido de carbono. Los norteamericanos, y sus aliados canadienses y japoneses, se resistían a responsabilizarse conjuntamente con el resto del planeta, como ya ocurrió en Kioto. Mientras tanto, los países emergentes, como India y China, reclamaban el derecho a seguir en la senda de la industrialización sin tener que pagar un precio ambiental. Como ha declarado Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, "esto es el principio, no el final". Solo un principio, pero asumido de manera colegiada, con una aceptación implícita de las directrices emanadas del reciente informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU.

El hecho de que el grupo de expertos de la ONU y Al Gore recibieran hace poco el Nobel de la Paz por su lucha contra el cambio climático; la inmediatez de las elecciones estadounidenses y el compromiso activo de los candidatos; la Administración de Bush en sus ultimos días; todo ha contribuido también al cambio de postura de última hora de la representación norteamericana. En los cuatro folios de resoluciones de Bali no se esconde ninguna fórmula mágica, pero sí la voluntad unánime de avanzar hacia un nuevo Kioto, con la mínima esperanza de llegar en los próximos años a acuerdos más concretos y más decididos, compatibles con el progreso económico, pero atentos a los mecanismos que han de preservar el futuro del planeta.

Pese a reconocer el avance, las principales organizaciones ecologistas han lamentado que no se hayan alcanzado compromisos más ambiciosos y concretos. No les falta razón, pero el acuerdo es un buen punto de partida.