Es para celebrarlo: la planta de fabricación de coches de Martorell, en Barcelona, tiene asignada la producción de un modelo de la prestigiosa marca Audi a partir del 2011. La decisión del consejo rector de la multinacional alemana Volkswagen (VW) responde a su política de adjudicar al mejor postor entre sus centros de producción para hacer uno de los vehículos, el Q3. Todo el proceso de decisión ha servido para hacer un curso acelerado de cómo se comportan las multinacionales con marca global y de cómo han de adaptarse los mercados locales donde se asientan, desde los gobiernos centrales hasta los autonómicos, además de los sindicatos, aunque conserven levemente su adscripción a centrales internacionales. Dicho todo lo cual, no cabe más que subrayar que la fabricación del Q3 es una inmejorable noticia para la factoría española.

Es ya tradición, desde que VW compró Seat en 1987, que la estrategia para sus centros de producción en España --el otro es el de Landaben (Navarra)-- pase por una presión constante e intensa sobre las autoridades políticas y los sindicatos. Está en su derecho, porque para algo es una gran marca mundial. Pero también está entre sus deberes el reconocimiento de que los trabajadores de Seat son de los más productivos y eficientes de su extensa red de factorías.