XSxe escuchan voces que pronostican el fin del ciclo socialista en Extremadura. Lo novedoso del asunto es que los augurios no proceden de un deseo como sería el caso de la oposición que lleva instalada en el discurso catastrofista veinte años, ya se ha hecho endémico, y lo lleva tan lejos que resulta increíble como demuestran los votos. Ahora se escucha en bocas de gentes sin carné o incluso con carné socialista. Así pues, en lugar de basarse en la ansiedad y los deseos se basan en los análisis.

De las crisis habidas en el Gobierno no se pone el énfasis principalmente en su origen, aunque presentar una dimisión no sea moneda corriente por aquí y menos si se hace de manera irrevocable con verdadera irrevocabilidad, sino en la resolución. Porque alguna de ellas se considera que no se ha cerrado; está entreabierta. Otra se parchea echando mano de un Lázaro. Tampoco algunos nombramientos invitan al optimismo. Por otro lado, en el discurrir de la vida política diaria no se discuten las soluciones, más o menos acertadas, sino que denotan la ausencia del vigor y la frescura de mejores tiempos y la determinación con la que se afrontaban los problemas. En lo que respecta al partido, en alguna agrupación, la cacereña, son muchos los que se muestran incapaces de encontrar el rumbo e incluso se preguntan si es que hay rumbo.

Los hechos no se corresponden con las palabras y se cambia de dirección en cada momento. De manera que echan en falta rigor, planteamientos definitivos, determinación, firmeza y poder para llevarlos a cabo.

En fin, datos que individualmente no dicen nada o muy poco pero que sumados, y sumados quizás a la frustración, devienen en pronóstico fatalista.

Pero sea lo que fuere, y dejando a un lado los ejemplos citados y otros, no parece que se den las condiciones necesarias para que en Extremadura se produzca un cambio drástico. La experiencia nos dice que el electorado no gusta de aventuras y a no ser que surjan escándalos de grandes proporciones o errores mayúsculos puede abandonar paulatinamente al Gobierno pero no abocarlo al fracaso electoral de golpe, de manera que, aun en el peor de los casos, pasaría alguna elección con triunfo socialista aunque perdiendo escaños. Por otro lado los gobiernos, todos los gobiernos, crean una red de intereses, que se extiende por todos los estratos sociales, muy difícil de desmontar y que actúa como un banderín de enganche electoral. Finalmente es imprescindible que se vislumbre una alternativa más o menos ilusionante, y esto no se ve tan claro. De manera que los augures echarían la culpa de la falta de alternancia al PP, que tendría mucho que recorrer, mucho que cambiar y mucho que estudiar hasta que pueda presentarse como un serio aspirante a la alternancia.

Debe existir alguna razón para que los populares ganen las municipales en las grandes ciudades con mayorías absolutas y sin embargo pierdan las autonómicas. Y en muchos casos no se debe al carisma de los cabezas de lista precisamente y afortunadamente para la dirección regional, pues si a esos alcaldes les atribuimos algún carisma y los responsables regionales no tienen ni siquiera eso no sabemos qué tendrán.

Evidentemente la retirada de Ibarra abriría una nueva etapa política en Extremadura. ¿Mejor? ¿Peor? Diferente. Pero eso no quiere decir que llevara consigo el desastre socialista. El electorado, descontada la base social que siempre permanece fiel, y la socialista es amplia, en casos similares se deja llevar por la inercia y desciende pero no abandona masivamente. El fin de ciclo puede ser largo.

*Profesor