TEtl año 2013 abre con augurios bastante cenizos. En el imperio del mundo en el que repite el César salvífico de hace cuatro años no se respira optimismo, sino que se anuncia inminente un abismo fiscal que suena fatal. Y no se comprende que si demócratas y republicanos coinciden en que ese precipicio es malo, si el nombre apocalíptico conlleva la recesión y el desastre, no se pongan de acuerdo para evitar una ley que al entrar en vigor automáticamente provocará el quebranto. Múltiples ejemplos presentan la historia de cómo hombres considerados eminentes fueron incapaces de reconducir los pasos y evitar tragedias, pero no deja de sorprender que la humanidad siga tropezando siempre en esa piedra de terquedad, estulticia, ceguera, falta de visión de futuro y tendencia al suicidio. Sobradas muestras tenemos de que un resfriado en cualquier rincón de este maltratado y globalizado mundo nuestro tiene consecuencias terribles en el otro lado de su rostro rechoncho, viejo y deformado. Así que 2013 nace enfermo y tendremos que emular a los titanes para mantener el optimismo, rechazar oscuros presagios y reescribir nuestra lista de buenos propósitos para el nuevo año.

Dejé de fumar y hace mucho que casi no bebo. La semana pasada me prometí evitar a la gente antipática y mantener viva mi esperanza. Aunque me cuesta, por ejemplo, cuando leo que el cardenal Rouco, al que respeto sin encontrarlo simpático, y no solo por su rictus, en la hermosísima Misa de las Familias amenazó con apocalíptico peligro de desintegración de la sociedad si continuaban los ataques al "verdadero matrimonio". Sinceramente no creo que esa institución que venero corra peligro, y me pregunto por qué al menos al empezar un nuevo año no pone el acento la jerarquía de la Santa Madre Iglesia en la solidaridad, el cambio de prioridades en una sociedad profundamente injusta y la llamada a la exigencia que nace del verdadero amor de Cristo. El que llora por el dolor de los abandonados. Precisamente cuando tantos héroes anónimos cristianos actúan a diario desde las familias para paliarlo.