Desde los albores de la civilización han existido escuelas, ya en Mesopotamia, allá por el siglo XX antes de Cristo existían las eduba , donde se enseñaba la escritura a los futuros escribas, príncipes y nobles, pero siempre con el denominador común del esfuerzo, siendo el profesor el eje y garante cuya autoridad y prestigio estaban fuera de cualquier duda.

Así ha venido ocurriendo hasta no hace demasiado tiempo, sin embargo en la actualidad somos un gremio desprestigiado, tildado de vividores que nos quejamos del insignificante trabajo que desempeñamos, que disfrutamos de unas vacaciones obscenas y que, asimismo somos un gremio donde abundan las depresiones. Pero no olvidemos que en nuestras manos tenemos el futuro del país, que los que trabajamos con los chavales, generalmente desinteresados por aprender, no lo tenemos nada fácil, con una educación en el ámbito familiar más que discutible, supliendo durante el periodo lectivo, nos guste o no, el papel que los padres de hoy en día no quieren o no les apetece desempeñar. Esto desgasta. Hoy el profesor no es soberano en su aula, tiene las manos atadas, si un chico molesta y por tanto entorpece o boicotea el derecho de los demás alumnos a aprender, debes mantenerlo en el aula ¿o jaula? Si se incoan expedientes por mal comportamiento --en contadas ocasiones, o al menos un servidor no conoce ninguna-- legan a tomarse medidas.

Esto es lo que ha pasado en el IES Maestro Gonzalo Korreas de Jaraíz de la Vera, donde el equipo directivo, abatido y abandonado por la Administración ha conseguido que nosotros, los profesores, los herederos del noble arte de enseñar nos encontremos desanimados e impotentes. Es triste y humillante que, después de seguir escrupulosamente el protocolo que nosotros no hemos instaurado y diseñado, tengamos que readmitir a alumnos que no hacen sino pisotear los derechos de otros que quizá sí quieren aprender. Además hemos soportado amenazas serias de sus progenitores que osan exigir al centro lo que ellos no son capaces de abordar.

Si esto continúa así barrunto nubarrones en el horizonte pedagógico.

Juan Carlos López Santiago **

Jaraíz de la Vera