WSw etenta y cinco años después del inicio de la guerra civil todavía sigue abierto este capítulo trágico del pasado. Las iniciativas legislativas sobre la recuperación de la memoria de las víctimas, la localización y dignificación de los restos, la condena de la dictadura, la perduración de la simbología franquista resultan claramente insuficientes para dar satisfacción al duelo contenido durante décadas por las familias afectadas y la humillación padecida por aquellos que combatieron la dictadura.

Incluso en el asunto del Valle de los Caídos, mausoleo construido por presos republicanos que alberga el cuerpo del dictador y donde fueron trasladados miles de restos de soldados republicanos y franquistas que hoy se encuentran en un estado deplorable, el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de la reciente creación de una comisión de expertos, ha sido incapaz de tomar las decisiones adecuadas para reconvertir el Valle de los Caídos tal como se dispone en la ley de la memoria histórica.

No hay duda de que la intransigencia del Partido Popular a eliminar la distinción entre vencedores y vencidos que impuso la dictadura de Franco no ayuda a normalizar lo que sería normal en cualquier Estado de derecho y democrático.

Tampoco ayuda el apoyo que determinados medios de comunicación han dado a panfletos legitimadores del franquismo, que no son más que una pura segregación ideológica neofascista, que se pretenden hacer pasar por historias de la guerra civil y el franquismo, obviando, en cambio, las aportaciones académicas basadas en fuentes consistentes y hechos reales.

Resulta lamentable que todavía hoy el recuerdo de la guerra civil en España continúe siendo un motivo de pugna política y se utilice como ariete demagógico para desgastar electoralmente al contrario.

Y es, además, un tremendo error dejar que el pasado condicione el presente por la incapacidad de cerrar este capítulo trágico de la historia con el reconocimiento institucional, mediático y social que se merecen todas las víctimas de aquel conflicto que tantas víctimas dejó y tanto dolor causó en la sociedad española.

Por dignidad y respeto a los derechos humanos los ciudadanos de una sociedad democrática no deberían consentir que decenas de miles de sus antepasados reposen todavía hoy en fosas comunes olvidadas, despedigadas en los márgenes de caminos, campos, bosques o cementerios.