Con la llegada de Boris Johnson se abre una nueva temporada de política espectáculo muy útil para vender titulares y muy poco fructífera para saber hacia dónde se dirige el Reino Unido.

Johnson es un ególatra que hará lo necesario para que cuelguen su retrato al lado del de Winston Churchill. Por tanto, no cabe esperar de él políticas heterodoxas. Es, pese a su apariencia outsider, un tory recalcitrante.

Por otro lado, hay que destacar la incapacidad del laborismo para componerse como alternativa de gobierno frente al caos de estos meses con May al frente. El laborismo debió haber apoyado a May en su plan del brexit, perfilándose así como un partido de Estado y exigiendo como contrapartida medidas sociales que restauraran el destrozado Estado del bienestar británico, con un Servicio Nacional de Salud (NHS) bajo mínimos.

Corbyn habría cumplido su promesa: respetar el brexit y forzar la implementación de una agenda de justicia social. La ausencia de política lleva a este tipo de desenlaces.