Desde que en los últimos comicios autonómicos salieron investidos con el apoyo popular algunos militantes de partidos "nacionalistas" de cada uno de sus electorados, especialmente en Cataluña, con Convergençia i Unió, y en el País Vasco con la última versión del PNV, se están reavivando los rescoldos de la vieja y nunca bien apagada hoguera del separatismo nacionalista, que desde hace siglos viene recalentando el ambiente político español; a veces con destellos de fuego que acaban por provocar incendios incontrolados y devastadores, como fue la pasada Guerra Civil. Provocada, en parte, por los regímenes "autonómicos" concedidos por la Constitución Republicana que rompían --en la intolerante opinión de los "nacionalistas" militares-- la "Unidad de destino en lo universal"; que es lo que debería ser España bajo un gobierno con "autoridad"; es decir, bajo una dictadura autoritaria.

Durante la inconcreta "transición democrática", a la muerte del dictador, hubo un tímido regreso al régimen de las autonomías regionales, refrendado en la Constitución de 1978. Sin un reconocimiento explicito del derecho de los pueblos a escoger su propio destino; y menos aún del derecho a la autodeterminación. Pues se consideraba --así lo entendieron los "padres" del texto constitucional-- un retroceso inadmisible en el largo proceso de consolidación de la nación española, que ya aspiraba a integrarse como tal en la naciente Europa. El proceso quedaba sin atar y varios desgarrones del pasado, sin zurcir. ETA supurando miasmas de odio. Y en ámbitos políticos del resto de las provincias, surgiendo ronchones republicanos que se enconaban en cada manifestación o en cada protesta.

XEN EL AÑOx 2004, el llamado "Plan Ibarretxe " --nombre del entonces presidente de la Junta de Euskadi-- tendía a conseguir para el País Vasco un régimen de "autogestión" política y económica, que se asemejase a una federación con el resto de España. También en el 2005, el proyecto de reforma del "Estatut" catalán, con estos mismos propósitos, dieron lugar a prolongados debates parlamentarios, en los que se fueron decantando posturas irreconciliables con ciertos "manejos" ideológicos que se aproximaban mucho a los postulados políticos del "Historicismo" alemán del siglo XIX; inspirador también de los "dogmas nacionalistas" italianos y españoles de comienzos del siglo XX; todos responsables de regímenes políticos violentos y devastadores.

La controversia según colegimos por los términos del debate, está planteada sobre la interpretación de tres palabras, corrientes y molientes --como diría un "castizo"--; pero que al darlas significaciones divergentes, llevadas a los extremos "ultras" de su espacio semántico, se convierten en "posturas" o "trincheras" de cada uno de sus defensores, sin acuerdo posible. Las minorías más tradicionalistas y nacionalistas de las comunidades catalanas y vascas quieren que sus respectivos "Estatutos de Autonomía" digan claramente que Cataluña y Euskadi son naciones; pero dando a esta denominación toda la carga integrista, étnica y hegemónica que ellos entienden fundamental.

Para ello exigen la inmediata convocatoria de referéndums populares, en los que sus gentes expresen su deseo de ser naciones distintas de España. Piden pasar de la "autonomía" a la "autogestión" y de ésta a la "federación"; en el ámbito de la Unión Europea. Todo esto tendría aplicación en las competencias fiscales o impositivas, en la gestión administrativa y en la defensa; pues las demás competencias ya las tienen por sus Estatutos.

Se puede entender que todo este tránsito político tan ruidoso y radicalizado, solamente tiene por objetivo separar, crear fronteras, resaltar lo particular y diferente de cada uno sobre lo universal-integrador. Dando lugar a resquemores y desencuentros entre los mismos habitantes y vecinos de cada Comunidad; que ya la historia había restañado con numerosos procesos de migración, asimilación y convivencia de unas gentes con otras.

Sólo las reacciones "ultras", propias de los "nacionalismos" pasados de moda, pueden explicar estas posturas; ya que no hay razones económicas, ni filosóficas, ni raciales ni culturales que puedan esgrimirse dentro de contextos donde se respetan soberanamente idiomas, costumbres, tradiciones o intereses autónomos recogidos en cada uno de los Estatutos refrendados por la Constitución. Quizá solamente sea un déficit educativo lo que está provocando esta absurda "balkanización" peninsular.